La amistad mágica en el bosque


Había una vez en lo más profundo del bosque, una bruja llamada Agatha. Vivía en una choza hecha de ramas y hojas, donde preparaba sus pociones mágicas y cuidaba de su jardín de hierbas aromáticas.

Un día, mientras paseaba por el bosque en busca de ingredientes para sus brebajes, la bruja Agatha escuchó risas y voces infantiles que provenían de un claro cercano. Curiosa, se acercó sigilosamente y descubrió a tres niños jugando alegremente entre los árboles.

Los niños eran Lucía, Martín y Sofía, tres hermanos que se habían perdido en el bosque mientras buscaban flores para su mamá.

Al verlos tan indefensos y asustados, la bruja Agatha decidió ayudarlos en lugar de asustarlos como muchos creían que haría. "Hola pequeños ¿se han perdido?" -preguntó la bruja con voz amable. Los niños asintieron con timidez y contaron su historia a Agatha.

La bruja les ofreció llevarlos de vuelta a su casa si prometían no volver a adentrarse solos en el bosque. "Pero antes, vamos a tomar una taza de té caliente para entrar en calor" -dijo Agatha mientras los llevaba a su choza.

Los niños se sorprendieron al ver lo acogedora que era la choza de la bruja. Había velas perfumadas iluminando el lugar y cojines coloridos esparcidos por el suelo.

Mientras tomaban el té caliente, Agatha les enseñó cómo reconocer las plantas venenosas de las comestibles y les contó historias sobre criaturas mágicas del bosque. Con el paso de las horas, los niños empezaron a sentirse cómodos con la bruja e incluso le pidieron quedarse un rato más para seguir aprendiendo cosas interesantes.

Agatha aceptó encantada y juntos pasaron la tarde haciendo manualidades con hojas secas y cantando canciones tradicionales. Al anochecer, cuando ya era hora de regresar a casa, los niños abrazaron cariñosamente a la bruja Agatha como muestra de gratitud por su ayuda y hospitalidad.

Prometieron volver a visitarla pronto para seguir aprendiendo sobre la magia del bosque. A partir de ese día, la relación entre la bruja Agatha y los tres hermanos se convirtió en una bonita amistad llena de aventuras e enseñanzas mutuas.

Y así demostraron que no siempre lo desconocido debe ser temido, sino que puede traer sorpresas maravillosas si se mira con ojos curiosos y corazón abierto.

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