La amistad más valiosa



Había una vez en un hermoso bosque de Argentina, donde vivían muchos animales. Entre ellos se encontraban dos personajes muy peculiares: la zorra y la urraca.

La zorra era conocida por su astucia y habilidad para conseguir lo que quería. Siempre estaba buscando alguna travesura para hacer. Por otro lado, la urraca era inteligente y amigable, pero a veces un poco ingenua.

Un día soleado, mientras la urraca volaba de rama en rama en busca de algo interesante que hacer, se encontró con la zorra escondida detrás de unos arbustos. La zorra rápidamente ideó un plan para aprovecharse de la inocencia de su nueva amiga.

"¡Hola, amiga urraca! ¿Cómo estás?", saludó la zorra con una sonrisa falsa en su rostro. "- Hola, zorra. Estoy bien, ¿y tú?""- Oh, estoy muy bien también", respondió la zorra mientras miraba disimuladamente hacia el árbol lleno de deliciosas manzanas maduras.

"Pero sabes qué me haría aún más feliz... ¡unas jugosas manzanas!"La urraca observó las apetitosas frutas y dijo: "- ¡Yo puedo ayudarte a conseguirlas! Soy buena volando entre los árboles".

La astuta zorra fingió emoción y exclamó: "- ¡Oh, serías mi héroe si pudieras ayudarme! Pero debemos ser sigilosos para no asustar a nadie". Juntas se acercaron al árbol donde colgaban las manzanas tentadoras. La urraca voló hábilmente y comenzó a picotear una rama para hacer que las manzanas cayeran.

La zorra, aprovechándose de la distracción de su amiga, saltó y agarró todas las manzanas posibles antes de que la urraca pudiera darse cuenta. "- ¡Listo! Ya tengo las manzanas", dijo la zorra con una sonrisa maliciosa en su rostro.

"- Muchas gracias por tu ayuda, querida urraca". La urraca quedó sorprendida y un poco triste al ver cómo su nueva amiga se escapaba con todas las manzanas. Se sintió utilizada y engañada.

Pasaron los días y la urraca continuaba volando por el bosque sin muchas ganas de relacionarse con otros animales. Pero un día, mientras estaba sola en una rama, vio a lo lejos a un pequeño ratoncito atrapado en una red.

Sin pensarlo dos veces, la urraca fue corriendo para ayudar al ratoncito indefenso. Con sus afiladas garras logró romper la red y liberarlo. El ratoncito agradecido le dijo: "- ¡Muchas gracias, valiente urraca! Eres muy generosa".

"- No tienes idea de cuánta gratitud siento hacia ti". La urraca sonrió tímidamente y respondió: "- No hay problema. Solo hice lo correcto". A partir de ese día, el ratoncito se convirtió en el mejor amigo de la urraca.

Juntos compartieron momentos divertidos e inolvidables en el bosque. Mientras tanto, la zorra seguía disfrutando de las manzanas que había robado, pero se sentía sola y arrepentida por haber perdido la oportunidad de tener una amiga verdadera.

La moraleja de esta historia es que la astucia y la malicia nunca nos llevarán a conseguir una verdadera amistad. La sinceridad, el respeto y la generosidad son cualidades mucho más valiosas para forjar relaciones duraderas.

No importa cuántas manzanas tengamos, si no tenemos amigos con quienes compartirlas, siempre nos sentiremos vacíos.

FIN.

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