La amistad numérica



Había una vez en la hermosa ciudad de Rosario, un lugar donde los números pares e impares vivían en armonía.

Los números pares eran muy elegantes y siempre iban de dos en dos, mientras que los impares eran más creativos y les gustaba hacer las cosas a su manera. Un día, en el barrio de Fisherton, el número 2 estaba caminando por la calle cuando se encontró con el número 3.

Ambos se miraron curiosos y comenzaron a conversar. "- Hola, soy el número 2. ¿Y tú quién eres?", preguntó el número 2 con una sonrisa amigable. "- ¡Hola! Yo soy el número 3", respondió emocionado el número 3.

A partir de ese momento, los números 2 y 3 se hicieron amigos inseparables. Juntos recorrían las calles de Rosario y descubrían cosas nuevas todos los días. Les encantaba jugar al fútbol con sus vecinos: los números del equipo par contra los del equipo impar.

Una tarde soleada, mientras jugaban al fútbol en la plaza Sarmiento, algo extraño sucedió.

El balón se escapó rodando por la calle hasta llegar a la esquina donde vivía Don Parino, un viejo cascarrabias que solo le gustaban las cosas pares. Los números pares corrieron tras la pelota mientras que los impares quedaron rezagados pensando cómo podrían ayudar. Fue entonces cuando vieron una bicicleta abandonada cerca del kiosco de doña Imparina.

"- ¡Tengo una idea!", exclamó emocionado el número 7. "- Podemos usar la bicicleta para alcanzar el balón más rápido y devolvérselo a nuestros amigos". Los impares se subieron a la bicicleta y comenzaron a pedalear con todas sus fuerzas.

Mientras tanto, los números pares seguían corriendo detrás del balón sin darse cuenta de la sorpresa que les esperaba. Cuando los impares llegaron con el balón, todos se detuvieron asombrados.

Los números pares no podían creer lo rápido que habían recuperado el balón gracias al ingenio de los impares. Don Parino también quedó impresionado y decidió darles una oportunidad a los números impares.

Desde ese día, en Rosario, todos aprendieron que trabajar juntos sin importar si eran pares o impares era mucho mejor. Así, los números pares e impares dejaron atrás sus diferencias y comenzaron a cooperar en todas las actividades de la ciudad.

Juntos pintaban murales coloridos en las calles, organizaban ferias donde vendían dulces deliciosos y hasta formaron una orquesta donde cada número tenía su lugar especial. La ciudad de Rosario se convirtió en un lugar lleno de alegría y creatividad gracias a la amistad entre los números pares e impares.

Y así fue como descubrieron que cuando trabajamos juntos sin importar nuestras diferencias, podemos lograr cosas maravillosas. Y colorín colorado, este cuento sobre los números ha terminado.

FIN.

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