La amistad que florece



Había una vez en la escuela "Los Peques", una niña llamada Frida que estaba completamente enamorada de un niño llamado Fabricio. Frida era una niña muy alegre, inteligente y simpática, pero Fabricio no parecía interesado en ella.

Él siempre estaba rodeado de sus amigos y nunca le prestaba atención a Frida. Un día, durante el recreo, Frida decidió acercarse a Fabricio para expresarle sus sentimientos.

Con nerviosismo y emoción, se plantó frente a él y dijo: - Fabricio, quiero decirte algo importante... ¡Estoy enamorada de ti! Fabricio la miró sorprendido por un momento y luego soltó una carcajada junto con sus amigos. - ¿Enamorada de mí? ¡Ja ja ja! Eres solo una niña grande, Frida.

No me interesa. Frida sintió un nudo en la garganta y los ojos se le llenaron de lágrimas.

Se dio media vuelta y corrió hacia el patio trasero de la escuela, donde había un árbol grande y frondoso que solía ser su refugio cuando necesitaba pensar. Sentada bajo las ramas del árbol, Frida se secó las lágrimas con determinación. Sabía que no podía obligar a alguien a quererla si no lo sentían genuinamente en su corazón.

Recordó las palabras sabias de su abuelita: "El amor verdadero llegará cuando menos te lo esperes". Decidida a seguir adelante, Frida se levantó del suelo y regresó al salón de clases con una sonrisa en el rostro.

A partir de ese día, dedicó más tiempo a sus amigas, descubriendo nuevas pasiones como pintura y música. Poco a poco, Fabricio comenzó a notar los cambios en Frida.

La veía feliz disfrutando de otras actividades e incluso recibiendo elogios por sus talentos artísticos. Se preguntaba qué tenía ella que lo hacía sentir curiosidad. Un día, durante una exposición escolar de arte, Fabricio quedó impresionado al ver una pintura increíblemente hermosa firmada por —"Frida" .

Se acercó tímidamente hacia ella y le dijo:- Oye... esa pintura es asombrosa. ¿La hiciste tú? Frida asintió con orgullo mientras sonreía. - Sí, soy yo. Gracias por tus palabras. Fabricio la miró fijamente por un momento antes de hablar nuevamente.

- ¿Te gustaría enseñarme cómo pintar así? Frida aceptó encantada la propuesta e invitó a Fabricio a compartir juntos su pasión por el arte. Con el tiempo, fueron construyendo una bonita amistad basada en intereses comunes y respeto mutuo.

Finalmente, comprendieron que el amor verdadero no siempre tiene que ser romántico; puede manifestarse también en forma de amistad sincera y apoyo mutuo.

Y así fue como Friday aprendió que vale la pena ser fiel a uno mismo sin perder nunca la alegría ni rendirse ante los desafíos del corazón.

FIN.

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