La amistad única de Paola y Sofía



En la colorida ciudad de Guanajuato vivía una niña llamada Paola, quien tenía una forma especial de ver el mundo. Paola tenía Asperger, lo que hacía que a veces actuara de manera diferente a sus compañeros.

Esto llevó a que algunos de ellos la rechazaran y se burlaran de ella. Un día, cuando Paola llegó al colegio, escuchó risas y murmullos a sus espaldas.

Al acercarse a su grupo de compañeros, notó que todos la miraban con gestos burlones. Uno de los niños dijo en voz alta: "¡Miren a Paola, siempre tan rara y diferente! ¡No queremos estar cerca de ella!". Paola sintió un nudo en la garganta y lágrimas en sus ojos.

Se alejó corriendo hacia el patio del colegio y se sentó en un rincón, sintiéndose sola y triste. En ese momento apareció Sofía, una niña nueva en la escuela que había observado todo desde lejos.

Sofía se acercó lentamente a Paola y le preguntó con dulzura: "¿Estás bien? ¿Puedo sentarme contigo?". Paola asintió tímidamente y Sofía se sentó a su lado. "- No les hagas caso -le dijo-, sé que eres única y especial".

Paola levantó la mirada sorprendida por las palabras amables de Sofía. Con el paso de los días, Sofía pasaba más tiempo con Paola.

Juntas jugaban en el patio, compartían meriendas e incluso crearon un club secreto donde solo ellas dos eran las integrantes. La presencia amorosa de Sofía hizo que Paola se sintiera aceptada y valorada como nunca antes. Un día, durante el recreo, uno de los chicos decidió burlarse nuevamente de Paola frente a todos los demás.

"- Miren cómo juega Paola, parece un robot sin emociones", dijo señalándola con desdén. Antes de que alguien pudiera reírse, Sofía intervino valientemente. "- ¡Basta! -exclamó Sofía firme-.

¿Acaso no ven lo increíblemente creativa e inteligente que es Paola? Ella ve el mundo desde otro lugar y eso es maravilloso". Los demás niños se quedaron callados ante las palabras sinceras de Sofía. A partir de ese día, los compañeros empezaron a ver a Paola con nuevos ojos.

Descubrieron lo divertida e ingeniosa que podía ser cuando le daban la oportunidad. Poco a poco, fueron aceptando sus diferencias y aprendieron a valorarla por ser quien era.

Paola estaba feliz por haber encontrado una verdadera amiga en Sofía y por sentirse finalmente aceptada por todos en su colegio. Aprendió que ser diferente no era algo malo; al contrario, era lo que la hacía única e irrepetible.

Y así, entre risas y juegos compartidos, Paola descubrió que tener Asperger no definía quién era ella como persona; simplemente formaba parte de su maravillosa esencia llena de colores únicos e inigualables.

FIN.

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