La Amistad y los Colores
Había una vez en un pequeño pueblo, dos amigas inseparables: Silla y Jasmín. Silla era una silla muy curiosa que vivía en el jardín de Jasmín. Jasmín, por su parte, era una niña llena de imaginación, siempre creando nuevas aventuras. Un día, mientras Jasmín jugaba en su jardín, decidió hacer un desfile de moda con sus túnicas más coloridas.
"¡Mirá todas mis túnicas, Silla!", exclamó Jasmín emocionada.
Silla observó las túnicas colgadas en la cuerda de su jardín.
"Son preciosas, Jasmín. Pero... ¿podrías ahorrarme alguna para comer?", preguntó Silla con una sonrisa traviesa.
Jasmín se río.
"¿Tú, comer túnicas? Eso sería raro, ¡pero divertido!"
Y así, con el espíritu de la aventura en el aire, Jasmín tuvo una idea.
"¡Vamos a hacer una túnica especial que puedas comer!"
Silla aplaudió de emoción.
"¡Eso será genial!"
Jasmín fue corriendo a su casa y trajo un montón de ingredientes: harina, colores naturales, y un poco de aceite. Mientras trabajaban juntas en la cocina, Jasmín mezclaba los ingredientes, mientras Silla le pasaba los utensilios. Fue un trabajo en equipo muy divertido. El aroma de las túnicas comestibles llenó el aire y pronto se transformaron en coloridas y deliciosas túnicas de masa.
"¡Listo! ¡Mirá qué lindas quedaron!", dijo Jasmín, mostrándole las túnicas comestibles.
Silla estaba emocionada.
"¡Puedo vestirme con una y después comerla!"
"¡Exacto!", respondió Jasmín.
Ambas se pusieron una túnica cada una y decidieron hacer su desfile de moda en el jardín. Bailaban y reían, disfrutando de su creatividad. Pero, de repente, una ráfaga de viento sopló y las túnicas de masa volaron por los aires.
"¡Oh, no! ¡Mis túnicas!", gritó Jasmín.
Silla se asustó.
"¡Tenemos que atraparlas!"
Las dos corrieron detrás de las túnicas que danzaban con el viento. Al final, lograron recuperar algunas de ellas, pero otras quedaron atrapadas en las ramas de un árbol.
"¡Mirá qué alto están esas!", dijo Jasmín.
"¡No puedo alcanzarlas!", expresó Silla preocupada.
Pero Jasmín no se dio por vencida.
"Voy a buscar algo para subir. ¡Ya vuelvo!"
Cruzó corriendo al cobertizo y volvió con una escalera.
"¡Silla, voy a subir y conseguir las túnicas!"
"¡Ten cuidado, Jasmín!"
Con cuidado, Jasmín subió la escalera y logró alcanzar las túnicas atrapadas. Pero, de repente, al inclinarse un poco, la escalera comenzó a tambalearse.
"¡Ay, no!", gritó Jasmín, asustada.
Silla, viendo que su amiga estaba en peligro, exclamó.
"¡Agárrate bien, Jasmín!"
Y, con la valentía que la caracterizaba, Silla se movió un poco, ayudando a estabilizar la escalera con su estructura.
Finalmente, Jasmín pudo alcanzar todas las túnicas y, con mucho cuidado, bajó de la escalera.
"¡Lo logré!", exclamó, emocionada.
Silla sonrió aliviada.
"¡Eres una heroína, Jasmín!"
Las dos se pusieron a reír y comieron algunas túnicas mientras disfrutaban del hermoso día.
"La próxima vez, deberíamos hacerlas más pesadas para que no se vuelen", sugirió Silla.
"Y así, podríamos hacer un desfile siempre que queramos", concluyó Jasmín.
Desde ese día, Silla y Jasmín no solo disfrutaron de sus coloridas túnicas, sino también de su hermosa amistad, aprendiendo juntas a resolver problemas y a trabajar en equipo. Y así, cada vez que hacían un nuevo desfile de túnicas comestibles, lo hacían con cuidado y mucho amor. ¡Y colorín colorado, este cuento se ha acabado!
FIN.