La Ardilla Lulu y el Regalo de la Amistad
Había una vez en un frondoso bosque una ardilla llamada Lulu. Era muy trabajadora y siempre se preparaba a tiempo para la temporada de invierno. Mientras los días se acortaban y el frío comenzaba a asomarse, Lulu se dedicaba a buscar nueces y semillas para invernar.
Un día, mientras buscaba comida, se encontró con sus amigos, las ardillas Tito y Mia, que estaban sentados bajo un árbol, luciendo preocupados.
"¿Qué les pasa, amigos?" - preguntó Lulu con curiosidad.
"No hemos podido encontrar suficiente comida para el invierno. Estamos muy preocupados" - respondió Tito, con un susurro triste.
Lulu, al ver la angustia en sus rostros, sintió una chispa de generosidad en su corazón.
"No se preocupen, amigos. Yo les ayudaré a recolectar comida!" - exclamó Lulu con entusiasmo.
Y así, la ardilla Lulu dejó de lado su propia búsqueda y comenzó a ayudar a Tito y Mia. Juntos, recorrieron el bosque, trepando árboles y buscando escondites de comida. Lulu se sentía muy feliz al ver que sus amigos sonreían nuevamente y su preocupación había disminuido.
Sin embargo, a medida que pasaban los días, la ardilla Lulu se dio cuenta de que no había juntado ninguna comida para ella y que el invierno ya estaba muy cerca.
"Oh, no!" - se lamentó Lulu al mirar su almacén vacío. "Me he olvidado de mí misma mientras ayudaba a otros."
A pesar de la tristeza que la invadía, Lulu decidió que lo más importante había sido ayudar a sus amigos. Al caer la primera nevada, se encontró con Tito y Mia, quienes habían trabajado arduamente y estaban listos para afrontar el invierno.
"¡Lulu!" - gritó Mia con alegría. "Gracias a tu ayuda, ¡tenemos suficiente comida!"
Lulu sonrió, pero enseguida se sintió un poco triste al recordar que ella no tenía nada.
"Me alegra saber que están bien. Pero yo… yo no tengo suficiente comida para mí" - admitió Lulu con una voz quebrada.
Tito y Mia se miraron, y con una chispa de complicidad, comenzaron a sacar nueces y semillas de su almacén.
"¡Lulu, no te preocupes!" - dijo Tito mientras ofrecía un puñado de nueces. "Todo lo que diste de corazón vuelve. ¡Comparte con nosotras!"
"Sí! Aquí tienes semillas y nueces. Queremos que estés a salvo también" - añadió Mia, mientras le pasaba una bolsa de comida.
Lulu se quedó sorprendida, sus ojitos brillando de emoción.
"¿De verdad? No quiero que se queden sin comida" - dijo, conmovida.
"Claro que sí. Eso es lo que hace la amistad, Lulu. ¡Siempre ayudamos a los que queremos!" - contestó Tito.
Desde ese día, Lulu comprendió la profundidad de la amistad y que todo lo que se da con amor regresa de alguna manera. Aunque en el invierno disfrutaron juntas de una rica comida, las risas y el cariño compartido fueron la verdadera cosecha que habían reunido.
Y así, en un pequeño rincón del bosque, tres ardillas aprendieron que ayudar a los amigos no solo era gratificante, sino también un hermoso regalo de la vida. Porque la verdadera abundancia no siempre se mide en comida, sino en amor y amistad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.