La ardilla solidaria



En un pequeño pueblo en las afueras de Buenos Aires vivía una familia muy unida compuesta por papá Juan, mamá Marta y sus dos hijos, Tomás y Sofía.

Todos los días compartían momentos juntos, ya sea jugando en el parque o cenando en la mesa. Un día, mientras caminaban por el bosque cercano a su casa, se encontraron con una ardilla herida. Estaba cojeando y parecía necesitar ayuda.

Los niños sintieron empatía por ella y quisieron llevarla a casa para cuidarla. "¡Mamá, papá! Encontramos a esta ardillita herida en el bosque. ¿Podemos llevarla a casa y curarla?", exclamó Sofía emocionada. Juan y Marta intercambiaron miradas cómplices antes de asentir con una sonrisa.

Sabían que era una oportunidad perfecta para enseñarles a sus hijos sobre el valor de la solidaridad y el cuidado hacia los demás seres vivos. "Claro que sí, hijitos. Vamos a cuidar juntos de esta ardillita", respondió Marta con ternura.

Llegaron a casa y entre todos prepararon un lugar acogedor para la ardilla herida. Le dieron agua, comida y le curaron la patita lastimada.

Con el paso de los días, la ardilla comenzó a recuperarse gracias al amor y dedicación de toda la familia. Una mañana soleada, cuando la ardilla ya estaba completamente sana, Tomás propuso algo emocionante:"¿Qué les parece si liberamos a nuestra amiga ardilla en el bosque? Así podrá volver a su hogar".

Todos estuvieron de acuerdo y juntos se dirigieron al bosque donde habían encontrado a la pequeña ardilla. Al llegar allí, abrieron con delicadeza la caja donde había estado descansando y la dejaron salir.

Para sorpresa de todos, no solo salió corriendo hacia los árboles, sino que regresó unos minutos después acompañada por otras tres ardillas más. Parecía querer presentarles a su nueva familia humana. "¡Miren mamá, papá! Nuestra amiga trajo a su familia para conocernos", exclamó Sofía emocionada.

La escena llenó de alegría los corazones de Juan y Marta al ver cómo aquella pequeña muestra de bondad había traído tanta felicidad no solo a ellos como familia sino también a las adorables criaturas del bosque.

Desde ese día en adelante, cada vez que paseaban por el bosque podían escuchar corretear entre las ramas a las cuatro amigas ardillas que habían encontrado un hogar tanto en el bosque como en sus corazones.

FIN.

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