La Ardilla Traviesa y el Unicornio Soñador



Era una hermosa mañana de primavera en el bosque. Los árboles se llenaban de flores y las mariposas danzaban en el aire. En una de las ramas más altas, vivía una ardilla traviesa llamada Lola. A Lola le encantaba jugar y hacer travesuras, y esa mañana había decidido hacer algo muy divertido: tirar nueces desde lo alto de su árbol.

"¡Mira, mira!" - gritaba Lola mientras dejaba caer nueces que caían con un ‘plop’ en el suelo.

Los animales del bosque se reían y algunos se alejaban, mientras disfrutaban del espectáculo. Pero había un animal que no estaba tan contento: un bello unicornio llamado Bruno. Bruno tenía un largo cuerno brillante y una cola que brillaba como el sol. Era conocido en todo el bosque por su paciencia y su deseo de paz.

"¡Ay, no otra vez!" - se quejó Bruno, mientras recogía su suave mantita de flores para intentar descansar bajo la sombra de un árbol.

Al ver cómo caían las nueces a su lado, Bruno decidió acercarse a la base del árbol de Lola.

"Lola, ¿por qué no dejas de tirar nueces? Estoy intentando descansar" - le dijo Bruno, intentando sonar amable.

"Pero es tan divertido, Bruno!" - respondió la ardilla con una sonrisa pícara. "¡Mira lo que puedo hacer!" - Y volvió a lanzar una nuez, que casi le dio a Bruno en la cabeza.

Bruno suspiró y dijo:

"Lola, sé que te gusta jugar, pero no puedo descansar así. Me gustaría que pensaras un poco en los demás también."

Lola, al ver a su amigo tan molesto, se detuvo y reflexionó un momento.

"Está bien, Bruno... pero, ¿qué te parece si jugamos juntos? Puedo hacer un nuevo juego: ¿y si hacemos una búsqueda de nueces?" - sugirió la ardilla.

Bruno sonrió al escuchar la idea.

"Eso suena genial, Lola. Pero prometeme que recogeremos las nueces en vez de tirarlas, ¿sí?"

"¡Trato hecho!" - gritó Lola emocionada.

Así que, la ardilla y el unicornio comenzaron a jugar. Reunieron nueces de todos los tamaños y formas. A medida que jugaban, otros animales se sumaron a ellos, creando un gran espíritu de comunidad. Los pájaros cantaban, las ardillas reían y todos compartían.

Cuando terminaron, el suelo estaba cubierto de nueces brillantes, ¡y todos estaban felices!"¡Mirá todo lo que hemos recolectado!" - dijo Lola con alegría.

"Sí, y ahora, con todas estas nueces, podemos tener una gran fiesta forestal donde todos compartamos" - sugirió Bruno.

Lola saltó de alegría.

"¡Eso sería maravilloso!" - Y, sin pensarlo dos veces, se puso a organizar la fiesta.

La tarde llegó y todos los animales del bosque colaboraron. Prepararon un festín, jugando con las nueces y disfrutando de la compañía. ¡Incluso Lola se sorprendió de lo mucho que se podía divertir sin tirar nueces!

Bruno sonrió viendo a su amiga tan feliz.

"Gracias, Lola, por hacerme partícipe de tu juego" - le dijo Bruno.

"¡Gracias a vos, Bruno! Me enseñaste a encontrar diversión en hacer feliz a los demás" - respondió Lola.

Y así, siempre que Lola pensaba en hacer alguna travesura, recordaba la maravillosa fiesta que organizaron juntos. Y el bello unicornio Bruno, siempre encontraba un momento para jugar. En su amistad, ambos aprendieron la importancia de pensar en los demás y compartir las alegrías.

Y así, el bosque se llenó de risas y alegría, gracias a una ardilla traviesa y a un unicornio soñador.

FIN.

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