La Ardilla y el Unicornio



En un bosque frondoso y cubierto de nieve, vivía Nuez, la ardilla más traviesa que se podía encontrar. A pesar del frío invierno, Nuez no se rendía en su búsqueda de deliciosas nueces. Un día, mientras saltaba de árbol en árbol, se topó con algo inesperado: un hermoso unicornio atrapado entre unas ramas y con una herida en su pata.

"¡Oh, no! ¿Qué te ha pasado?" - exclamó Nuez, acercándose con cautela.

El unicornio levantó la cabeza y respondió con voz dulce:

"He estado tratando de escapar de una tormenta, pero me lastimé en el proceso. Ya no puedo volar a casa. ¿Podrías ayudarme?"

La ardilla, a pesar de sus pequeñas dimensiones, sintió un gran impulso de ayudar. Miró a su alrededor y recordó que había unas hojas que sabía que podrían ayudar a sanar al unicornio. Con rapidez, corrió a buscar lo que necesitaba.

"No te preocupes, ¡yo me encargaré!" - dijo Nuez con determinación.

Con mucho cuidado, unió las hojas con ramas pequeñas para crear un vendaje improvisado. Después de unos minutos de trabajo en equipo, el unicornio sonrió y sintió que su pata estaba mucho mejor.

"Gracias, pequeña amiga. No sabe cuánto aprecio tu ayuda," - dijo el unicornio, y sus ojos brillaban como estrellas lejanas.

Nuez sonrió, pero no esperaba lo que sucedería a continuación.

"Por tu bondad, te quiero ofrecer un deseo. ¿Qué es lo que más anhelas?" - le preguntó el unicornio, que empezaba a sentirse más fuerte.

Nuez pensó un momento. No quería cosas materiales, sino hacer algo bueno.

"Deseo que todos los animales del bosque nunca tengan que pasar hambre, especialmente en invierno" - respondió la ardilla.

Con un destello de magia, el unicornio cumplió el deseo. En un instante, los arboles comenzaron a dar más frutos y las nueces comenzaron a brotar por todo el bosque.

"¿Ves? Tu deseo ya está cumplido, Nuez," - dijo el unicornio con una sonrisa.

A partir de ese día, el bosque se llenó de abundancia, y todos los animales estaban felices. Nuez y el unicornio se convirtieron en grandes amigos. Jugaban juntos, exploraban nuevas partes del bosque y cuidaban a los demás animales.

Un día, mientras estaban juntos, el unicornio le sugirió:

"¿Por qué no hacemos un club de amigos para ayudar a otros animales en necesidad?"

"¡Es una idea genial!" - respondió Nuez emocionada.

Así que juntos organizaron el primer Club de Amigos del Bosque. Cada animal tenía un rol especial, y trabajaban en equipo para ayudar a otros que lo necesitaban. De esta manera, la bondad se propago como el viento, y el bosque se volvió un lugar aún más mágico.

Pasaron las estaciones, y la amistad entre Nuez y el unicornio creció más fuerte cada día. Sabían que la verdadera magia estaba en la amistad y en ayudar a los demás. Ellos fueron un ejemplo para todos en el bosque que aprendieron de su bondad y su deseo de ayudar.

"¡Qué maravilloso es ser parte de este bosque!" - dijo una vez Nuez, mirando a su alrededor con alegría.

"Y todo gracias a tu gran corazón, Nuez" - respondió el unicornio.

Desde entonces, cada invierno, Nuez seguía recogiendo nueces, pero esta vez lo hacía para compartirlas con todos sus amigos, asegurándose de que nunca pasaran hambre, inspirando a otros a hacer lo mismo.

Y así, en el mágico bosque donde una ardilla traviesa y un unicornio se hicieron amigos, todos aprendieron el valor de la amistad y la importancia de ayudar a los demás, creando un entorno donde cada día era una nueva aventura llena de amor y felicidad.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!