La Ardillita Valiente y los Guardianes de Zapotitlán



En un hermoso rincón de Zapotitlán Salinas, vivía una pequeña ardilla llamada Lila. Lila tenía un pelaje suave y granitos de esponja en su barriguita, y le encantaba saltar entre los cactus y las plantas que adornaban su hogar. Pero un día, algo terrible sucedió: un grupo de personas comenzó a llevarse los cactus de la zona.

"¡Ay no!" - gritó Lila mientras miraba desde su árbol. "Esos son mi hogar, mis amigos, ¡todo!" -

Los cactus no solo eran sus amigos, también eran refugios y fuentes de alimento. Al ver a estos extraños arrancando las plantas, Lila se sintió asustada y sola.

Al mismo tiempo, dos niños del pueblo, Sofía y Mateo, caminaban por el camino que llevaba a la selva. Sofía, que siempre había amado la naturaleza, se dio cuenta de lo que estaba pasando.

"Mirá, Mateo, están llevándose los cactus. ¡Eso no puede estar bien!" -

Mateo, quien era su mejor amigo, asintió con la cabeza. "Tenemos que hacer algo. La ardilla y todos los animales necesitan su hogar." -

Decididos a ayudar, Sofía y Mateo decidieron crear carteles que informaran a la gente sobre la madera de la selva y la importancia de cuidar la vegetación. Cargaron un montón de materiales: cartulina, marcadores de colores y pegamento. Se sentaron en el suelo, al lado de un gran cactus que no habían tocado.

Mientras dibujaban y escribían, Lila se acercó sigilosamente, intrigada por los niños que parecían conocer su dolor.

"Hola..." - dijo tímidamente Lila, asomándose detrás de una piedra. "¿Qué están haciendo?" -

"¡Wow! Miren, es una ardillita!" - exclamó Sofía, emocionada. "Estamos haciendo carteles para proteger tu hogar. ¿Te gustaría ayudarnos?" -

Lila, sorprendida y contenta, se acercó más. "¿Ayudarme? Pero... ¿cómo?" -

"Tú conocés mejor que nadie a todos los animales aquí, podrías contarnos qué mensajes poner en los carteles!" - propuso Mateo.

Lila sonrió, emocionada. Juntos, comenzaron a diseñar carteles que decían cosas como: "¡Cuidemos nuestros cactus!" y "¡La naturaleza es vida!". A medida que los niños escribían, Lila les compartía historias sobre los diferentes animales que dependían de los cactus, como las abejas que hacían miel y los pájaros que anidaban en él.

Cuando terminaron, decidieron colocar los carteles alrededor del pueblo y en los caminos donde a menudo pasaban las personas. La mañana siguiente, colocaron los carteles en lugares concurridos: en la plaza principal, en la entrada de la selva y en las escuelas. El cartel más grande decía: "¡Protejamos nuestra naturaleza!" "Sólo así nuestros hogares estarán a salvo".

El primer día, la reacción fue mixta. Algunos se detuvieron a leer y otros simplemente los ignoraron. Pero los niños y Lila no se desanimaron. Volvieron a la selva, decididos a seguir haciendo ruido sobre la importancia de cuidar el ambiente.

Pronto, uno de los carteles atrajo la atención de un hombre mayor, don Ramón, conocido en el pueblo por su amor a las plantas. "¡Qué gran mensaje!" - dijo mientras respiraba hondo. "Es hora de hacer algo." -

Don Ramón reúne a un grupo de personas dispuestas a ayudar. Al día siguiente, se organizaron una serie de actividades para limpiar el área y replantar cactus.

Lila se sintió muy feliz. Miraba desde la distancia cómo los habitantes de Zapotitlán trabajaban juntos.

"¡Están cuidando mi hogar!" - exclamó, dando saltitos de felicidad.

El día de la reforestación, Lila se unió a todos, y vio cómo los niños y adultos volverían a plantar lo que se había perdido.

"¡Nunca pensé que podríamos salvar tantos cactus!" - dijo Sofía, con los brazos llenos de pequeñas plantitas.

Mateo, sonriendo, agregó: "Y todo empezó con algunos carteles. ¡Podemos hacer más! *" -

Desde entonces, Lila se convirtió en la guardiana de los cactus, y los niños se unieron a sus aventuras de cuidar la vegetación. Zapotitlán se llenó de vida otra vez, y los cactus volvieron a florecer.

Cada año, Lila, Sofía y Mateo celebraban el día del cuidado de la naturaleza, recordando a todos lo valiosa que era cada planta y cada animal. Todo porque un par de niños decidieron hacer algo.

Así, en Zapotitlán Salinas, la pequeña ardillita demostró que incluso la voz más pequeña puede hacer una gran diferencia. Y así, cuidaron de su hogar, juntos, por siempre.

FIN.

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