La artista valiente
Antonella era una niña muy especial. Desde que era pequeña, había soñado en convertirse en una artista de circo en Paris.
Pasaba horas y horas practicando acrobacias en el jardín de su casa, imaginando que estaba frente a un público lleno de aplausos. Un día, mientras jugaba con sus amigos en el parque, vio una carpa de circo montada al lado del lago. Antonella corrió hacia allí emocionada, sin importarle que sus amigos la siguieran o no.
Al llegar a la carpa, Antonella se encontró con un hombre mayor vestido con ropa brillante y colorida. Era el dueño del circo y le preguntó qué hacía allí sola.
"Quiero ser parte de tu circo", dijo Antonella con determinación. El dueño del circo rió y le preguntó si sabía hacer alguna acrobacia o truco especial. Antonella respondió afirmativamente e hizo una pirueta perfecta sobre el pasto.
Impresionado por su habilidad, el dueño del circo decidió darle una oportunidad a Antonella. La contrató como ayudante de los artistas principales para que aprendiera todo lo necesario para convertirse en una artista profesional algún día. Antonella estaba feliz pero también sabía que tendría mucho trabajo por hacer.
Pasaba todas las tardes después del colegio practicando diferentes trucos bajo la supervisión de los artistas principales. Pero pronto se dio cuenta de que no todo era tan fácil como parecía.
Algunos días se caía al intentar hacer un salto mortal o no lograba sostenerse sobre las manos durante suficiente tiempo. Por momentos pensaba que nunca lograría su sueño de ser una artista de circo en Paris.
Un día, después de un ensayo especialmente difícil, Antonella se sentó a descansar sola en el jardín del circo. Estaba frustrada y triste por los errores que había cometido. De repente, escuchó unos ruidos extraños detrás del arbusto.
Se acercó con curiosidad y encontró a una familia de conejos asustados atrapados en una red. Antonella no lo pensó dos veces y corrió a buscar ayuda. Con la ayuda de sus amigos del circo, liberaron a los conejos y los dejaron ir libres.
Ese día Antonella aprendió una lección importante: aunque las cosas pueden ser difíciles, siempre hay que seguir adelante con determinación y valentía para alcanzar nuestros sueños. "Gracias por ayudarme", dijo uno de los artistas principales mientras abrazaba a Antonella. "No hay problema", respondió ella sonriendo.
"Aprendí que si perseveramos, podemos superar cualquier obstáculo". Y así fue como Antonella siguió practicando cada día con más fuerza y determinación hasta convertirse en una artista profesional del circo en Paris.
Y aunque pasara mucho tiempo desde aquellos días en el jardín del circo, nunca olvidaría la lección que aprendió aquel día: nunca rendirse ante las dificultades y siempre luchar por nuestros sueños.
FIN.