La astucia de una niña pelirroja



Había una vez en un pequeño pueblo de la provincia de Buenos Aires, una niña llamada Rosita. Su cabello era tan rojo como el fuego y por eso todos la conocían como "La Caperucita Roja".

Un día, la mamá de Rosita le pidió que llevara una canasta con comida a su abuelita que vivía al otro lado del bosque. "-Rosita, por favor ten cuidado en el camino y no hables con extraños", le advirtió su mamá.

Rosita se despidió con un beso y emprendió su camino hacia la casa de su abuelita. Mientras caminaba por el bosque, se encontró con el lobo feroz.

"-¡Hola, Caperucita! ¿A dónde vas tan apurada?", preguntó el lobo con voz amable. Rosita recordó las palabras de su mamá y decidió ser astuta. "-Voy a visitar a mi abuelita que está enferma. Tengo prisa, así que no puedo detenerme a charlar", respondió ella rápidamente.

El lobo sonrió maliciosamente y pensó en un plan para llegar primero a la casa de la abuelita. Le dijo a Rosita: "-Yo sé un camino corto para llegar más rápido, ven conmigo".

Sin sospechar nada, Rosita siguió al lobo por un sendero desconocido. Mientras tanto, la abuelita estaba preocupada porque Rosita aún no llegaba. Decidió salir a buscarla y se sorprendió al ver al lobo guiando a su nieta por el bosque. Rápidamente, ideó un plan para salvarlas.

Cuando llegaron a la casa de la abuelita, el lobo intentó engañarlas nuevamente diciendo que él era amigo de Rosita y solo quería ayudarlas. Pero la astuta abuelita lo enfrentó valientemente.

"-¡Lobo feroz! Sabemos quién eres realmente y no permitiremos que nos hagas daño", exclamó la abuelita con determinación. El lobo gruñó furioso y trató de entrar a la casa por la fuerza, pero las dos mujeres lograron atraparlo dentro de una trampa ingeniosa que habían preparado previamente.

Finalmente, llegaron los leñadores del pueblo al escuchar los gritos del lobo atrapado. Lo capturaron y lo llevaron lejos del bosque para asegurarse de que ya no representara ningún peligro para nadie más.

Desde ese día en adelante, La Caperucita Roja aprendió que siempre debía estar alerta ante extraños y seguir las enseñanzas sabias de sus mayores. Juntas celebraron su valentía y astucia mientras disfrutaban de una rica merienda en compañía del resto del pueblo.

FIN.

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