La astuta zorra y la vieja gallina



Una mañana soleada, una astuta zorra decidió bajar a la aldea en busca de un delicioso almuerzo. Su pancita hacía ruidos extraños y sabía que debía encontrar algo rico para comer. Mientras caminaba, escuchó el canto de un gallo.

"¡Qué suerte!", pensó la zorra. "Si hay un gallo, ¡debe haber gallinas por aquí cerca!"

Entusiasmada, la zorra siguió el sonido hasta que encontró un gallinero. Era un lugar bullicioso, lleno de hermosas gallinas picoteando el suelo. La zorra se deslizó con cuidado hacia el interior, intentando no hacer ruido. Nadie se dio cuenta de su presencia, y ella estaba lista para elegir su cena.

Pero, en el fondo del gallinero, una vieja gallina, conocida por su sabiduría, notó algo raro.

"¡Alto!", gritó la gallina. "Algo huele mal aquí. ¿Es eso un zorro?"

Las demás gallinas se quedaron en silencio, mirando a su alrededor con confusión.

"No, no soy solo un zorro", respondió astutamente la zorra, intentando sonar amigable. "Soy un consejero. He venido a ayudarles. ¿No quieren que les cuente historias de la vida en el bosque?"

"¿Quién se cree que es?", cloqueó la vieja gallina, mirando de reojo. "¿Desde cuándo un zorro se preocupa por nosotros?"

La zorra, sintiéndose un poco atrapada, pensó rápidamente en una estrategia.

"Entiendo su desconfianza", dijo mientras se acomodaba en una esquina. "Pero, si me dejan ir, les prometo que no les haré daño. Además, tengo información valiosa sobre cómo protegerse de los peligros del bosque. ¡Una zorrina astuta siempre tiene algo que contar!"

"¿Cuál sería esa información?", preguntó una joven gallina, intrigada. "Cuéntanos más, señora Zorra."

La vieja gallina no estaba convencida, pero sabía que las jóvenes gallinas eran curiosas y, tal vez, eso podría jugar a su favor.

"Lo que les quiero contar es que hay un gran gato feroz acechando en los alrededores. Si no toman precauciones, podrán ser atrapadas.

"¡Oh no!", exclamó la joven gallina. "¡Deben hacernos un refugio!"

El revuelo creció y, a pesar de que la vieja gallina estaba alerta, las demás estaban más interesadas en lo que la zorra decía.

"Está bien", concluyó la vieja gallina, tomando una decisión. "Si quieres ayudarnos, tendrás que demostrarlo. ¿Qué haremos para prepararnos, zorra astuta?"

La zorra, sintiendo que había ganado algo de confianza, explicó sus ideas. Les propuso hacer un refugio con ramas y hojas, además de reforzar la vigilancia en el gallinero.

"Si trabajan juntas, estarán a salvo," dijo la zorra con voz firme. "Y yo les prometo no volver a aparecer. Solo quiero ayudarles."

Así, las gallinas comenzaron a construir su refugio, siguiendo los consejos de la zorra. Con el tiempo, la vieja gallina decidió aceptar a la zorra entre ellas como una protectora; después de todo, había demostrado ser más astuta de lo que pensaban.

Con el trabajo conjunto, las gallinas se hicieron más fuertes y unidas. Y la zorra, aunque se sentía tentada de llevarse a alguna gallina, descubrió que disfrutar de la compañía y de haber hecho nuevos amigos era mucho mejor que cualquier almuerzo.

Y así, la zorra se despidió y se marchó del gallinero, con una buena lección aprendida: a veces, lo mejor es no seguir el camino que te dicen tus instintos.

Pasaron los días y las gallinas continuaron protegidas, siempre recordando a aquella zorra que les enseñó que la unión y la inteligencia pueden cambiar incluso las situaciones más complicadas. "¡Que no vuelva a pasarle a un gallo!", cloqueaba la vieja gallina, riendo con su manada.

Desde entonces, cada vez que alguna gallina escuchaba el canto de un gallo, no temían, porque sabían que estaban preparadas y que juntas eran más fuertes que cualquier zorro.

FIN.

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