La Aventura Acuática de Agustina Castro
Había una vez en un alegre pueblo costero, una niña llamada Agustina Castro. Desde muy pequeña, Agustina soñaba con convertirse en una gran nadadora. Pasaba horas en la playa, chapoteando en las olas y haciendo burbujas con su cabeza bajo el agua. Su mamá siempre le decía:
"Agus, tenés un talento especial con el agua. Tal vez deberías competir en natación."
Agustina sonreía, pero no estaba segura.
Un día, mientras nadaba en el mar, conoció a un niño llamado Leo. Él parecía tener una gran pasión por nadar.
"Hola, soy Leo. ¿Te gustaría nadar conmigo?"
"¡Hola, Leo! ¡Claro que sí! Me encanta nadar."
Nadaron juntos y Leo le contó sobre un concurso de natación que se realizaría el próximo mes.
"¡Es el evento del año! Todos los mejores nadadores estarán allí. ¿No te gustaría participar?"
Agustina sintió un cosquilleo en el estómago, pero también un poco de nervio.
"No sé, quizás no sea tan buena..."
"¡No te preocupes! ¡Yo te puedo ayudar a entrenar!"
Decidida a no dejar pasar la oportunidad, Agustina aceptó. Todos los días después de la escuela, se encontraban en la piscina municipal y Leo le enseñaba técnicas de natación. A veces, se caía, pero siempre se levantaba con una sonrisa.
"No hay que rendirse, Agus, lo importante es seguir intentándolo."
Con el tiempo, Agustina comenzó a tener confianza en sí misma y desarrolló su estilo.
Sin embargo, a medida que se acercaba el día de la competencia, Agustina empezó a sentirse ansiosa.
"¿Y si no gano?"
"Lo importante no es ganar, sino disfrutar y dar lo mejor de uno. ¡Vamos a divertirnos, que eso es lo más importante!"
Con esas palabras, Agustina se sintió un poco más tranquila.
El día de la competencia, el ambiente estaba lleno de alegría y música. Agustina miró a su alrededor y vio a muchos nadadores preparados, eso la abrumó un poco.
"Leo, estoy nerviosa..."
"Es normal, Agus. Respirá profundo y acordate de lo que practicamos. Vas a estar genial."
Agustina sonrió, y cuando llegó su turno, escuchó la cuenta regresiva.
"Tres... dos... uno... ¡A nadar!"
Aunque empezó un poco nerviosa, recordó todas las enseñanzas de Leo. Nadó con toda su fuerza, disfrutando del agua y concentrándose en cada brazada. Finalmente llegó la meta, y cuando salió del agua, todos la aplaudieron.
"¡Agus, lo hiciste increíble!"
"¡Lo logré, Leo! No gané, pero me divertí tanto."
"Eso es lo que importa. ¡Estoy tan orgulloso de vos!"
Al final, Agustina no ganó la medalla de oro, pero sí se llevó algo más valioso: la confianza en sí misma y el amor por la natación. Desde ese día, no solamente continuó nadando, sino que inspiró a otros niños a hacer lo mismo.
"¡Vamos a nadar todos juntos!"
"Sí, y a divertirnos!"
Desde entonces, cada vez que Agustina entraba al agua, ya no tenía miedo. Sabía que lo más importante era disfrutar del momento y aprender de cada experiencia.
FIN.