La aventura culinaria de Joaquin y Luca




Había una vez en una hermosa casa en Buenos Aires, un papá llamado Joaquín y su pequeño hijo Luca, quienes eran prácticamente iguales: rubios, con rulos rebeldes y ojos celestes que brillaban como luciérnagas. Les encantaba pasar tiempo juntos, y una de sus actividades favoritas era cocinar. Un día, Joaquín tuvo la brillante idea de enseñarle a Luca a hacer pizzas. Luca estaba por cumplir dos años, pero era un niño muy curioso y listo, y Joaquín sabía que podría disfrutar de la experiencia.

"¡Luca, hoy vamos a hacer algo diferente! Vamos a cocinar juntos una deliciosa pizza", anunció Joaquín con entusiasmo. Luca aplaudió emocionado, sin comprender del todo lo que aquello significaba.

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Joaquín preparó todos los ingredientes sobre la mesa y colocó un pequeño taburete para que Luca pudiera alcanzar. Con paciencia, comenzó a explicarle cada paso. Luca estaba tan emocionado que parecía un pequeño gorrión saltando de un lado a otro. Juntos mezclaron la harina, el agua, la levadura y una pizca de sal, formando una masa suave y elástica. Luca rió a carcajadas al sentir la masa entre sus deditos.

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Luego, Joaquín y Luca extendieron la masa sobre la mesada, y Luca se llenó de harina hasta las orejas, causando mucha risa en ambos. Después, agregaron la salsa de tomate y los ingredientes favoritos de Luca: jamón, queso y unas pocas aceitunas. Luca estaba tan emocionado que era difícil decir quién estaba más emocionado, si él o su papá.

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Cuando la pizza estuvo lista, Joaquín la metió al horno y, mientras esperaban, jugaron a las escondidas en la cocina. El delicioso aroma de la pizza horneándose los hizo reír aún más. Finalmente, la pizza estuvo lista, con queso derretido y burbujeante. Joaquín la cortó en porciones y Luca, con sus manitos, agarró un pedazo y sopló antes de llevarlo a su boca. Parecía tan feliz que era como si hubiera descubierto un tesoro escondido.

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Desde ese día, Joaquín y Luca cocinaron pizzas juntos muchas veces, cada vez más expertos y cada vez con más historias que contar. Luca aprendió que cocinar con su papá no solo era divertido, sino que también podía crear cosas deliciosas. Y Joaquín descubrió que, a veces, las mejores recetas no se encuentran en los libros, sino en los corazones de aquellos que cocinan con amor.

FIN.

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