La Aventura de Aladín en la Playa Encantada
Era un caluroso día de verano y un grupo de amigos decidió ir a la playa: Matías, Aramza, Oscar, Paola, Gabriela y Martín. Mientras jugaban en la arena, Aramza encontró algo brillante medio enterrado. "¡Miren esto!"- gritó, sosteniendo una lámpara antigua llena de arena.
"¿Qué será?"- preguntó Paola, acercándose curiosa.
"Parece una lámpara de aceite"- dijo Oscar, con un brillo de emoción en sus ojos. Todos comenzaron a limpiarla, y de repente, de la lámpara salió una nube de humo que se transformó en un joven apuesto. Era Aladín.
"¡Hola! Soy Aladín, el genio de la lámpara. Ustedes me han liberado. Pueden pedirme tres deseos"- exclamó sonriendo.
"¿De verdad?"- preguntó Gabriela, sorprendida. "Eso suena increíble, ¡pero esperen! ¿No deberíamos pensar bien qué deseamos?"-
"Sí, es cierto"- opinó Martín. "No queremos que nuestros deseos nos metan en problemas"-
Decidieron que harían un deseo que los divirtiera: "Queremos un día perfecto en la playa, con juegos y sorpresas"- pidió Matías.
Instantáneamente, la playa se iluminó con coloridos juegos, pelotas voladoras y deliciosos helados. Todos comenzaron a jugar con alegría, pero pronto Martín notó algo extraño. "¿No parece un poco... demasiado perfecto?"-
Aladín sonrió. "El primer deseo siempre es fácil. Pero tengan cuidado con los siguientes"- dijo, mientras se reía en voz baja.
Intrigados, decidieron no hacer más deseos, pero la tentación del siguiente deseo fue demasiado fuerte para Aramza. "¿Y si pedimos que el mar nos traiga un tesoro?"- sugirió entusiasta.
"No sé, eso podría ser un problema"- dijo Oscar, pero Aramza ya había hecho su deseo: "¡Queremos un tesoro!"-.
El agua comenzó a agitarse y, en un abrir y cerrar de ojos, apareció un cofre antiguo, cubierto de algas. Los amigos se acercaron ansiosos, pero cuando levantaron la tapa, una ráfaga de agua salió disparada, empapando a todos.
"¡Esto no es lo que esperaba!"- gritó Paola mientras se secaba los ojos. "Aladín, esto no es divertido"-
"Todo deseo tiene sus consecuencias"- dijo Aladín, con tono de advertencia.
El grupo comenzó a discutir sobre lo que estaban haciendo. "Debemos pensar bien en nuestros deseos"- dijo Gabriela. "No todo lo que brilla es oro"-
"Tienes razón"- admitió Matías. "Necesitamos un deseo que pueda ayudar a todos"-.
Finalmente, Martín tuvo una idea genial. "¿Y si pedimos que todos en nuestra ciudad puedan disfrutar de la playa?"-.
"Eso es perfecto"- dijeron todos a coro. "Aladín, deseamos que cada persona que quiera venir a la playa, pueda hacerlo y disfrutar"-.
Aladín sonrió ampliamente. "¡Ese es un deseo maravilloso!"- y con un movimiento de su mano, se desató una luz brillante que iluminó todo a su alrededor.
En ese momento, el ambiente de la playa cambió; un caracol mágico salió del agua y comenzó a cantar, anunciando que la playa estaba abierta para todos.
Todos los que estaban en la ciudad comenzaron a llegar. Los amigos observaron cómo la gente sonreía y jugaba en la arena, disfrutando del mar.
"¡Miren!"- gritó Oscar. "Hicimos algo bueno"-.
El genio Aladín se despidió con una sonrisa. "Recuerden, los deseos deben ser siempre pensados con el corazón. A veces un deseo que parece pequeño puede ser el más grande de todos"-.
Al final del día, el grupo de amigos aprendió una valiosa lección sobre la importancia de compartir y pensar en los demás. Observando la felicidad de todos, comprendieron que habían hecho un buen uso de su magia.
"¡Hasta la próxima, amigos!"- les dijo Aladín antes de desaparecer nuevamente en la lámpara, dejando un brillo en el aire. ¡Era un día para recordar! Los amigos se fueron felices, sabiendo que, aunque habían buscado aventura, encontraron algo más importante: la alegría de ayudar a los demás.
FIN.