La Aventura de Alelí y Flor



Era un hermoso día en el barrio de Alelí. El sol brillaba y el canto de los pájaros llenaba el aire. Alelí, una niña curiosa y valiente, decidió que era el momento perfecto para una aventura con su hermana Flor.

- ¿Flor, querés ir a explorar el bosque detrás de la casa de los abuelos? - preguntó Alelí emocionada.

- ¡Sí! - respondió Flor, saltando de alegría. - Siempre quise descubrir lo que hay más allá de los árboles.

Las dos hermanas se prepararon con una mochila llena de galletas, agua y una linterna, por si acaso. Sin perder tiempo, se soltaron del abrazo de sus papis y se dirigieron al bosque.

No pasaron mucho tiempo adentrándose en el bosque cuando se encontraron con un camino cubierto de hojas y flores de todos los colores. Alelí se agachó para oler una flor amarilla.

- ¡Mirá, Flor! - dijo Alelí, señalando la flor. - ¡Es tan hermosa! Me recuerda a la abuela, que siempre tiene flores en el jardín.

- ¡Sí! - asintió Flor. - Y a los abuelos les encanta contar historias sobre el bosque. Quizás podamos encontrar algo mágico.

Las hermanas siguieron caminando y de repente, escucharon un suave murmullo. Se detuvieron y miraron alrededor.

- ¿Escuchaste eso? - preguntó Alelí, un poco asustada.

- Sí... ¡Vamos a ver! - dijo Flor valiente.

Al acercarse al sonido, encontraron a un pequeño zorro atrapado en unas ramas.

- ¡Pobrecito! - exclamó Flor. - Debemos ayudarlo.

- ¿Pero cómo? - cuestionó Alelí, mirando al zorro que se movía inquieto.

- Tal vez podamos liberar las ramas - propuso Flor. - Con mucho cuidado, podríamos sacarlo sin lastimarlo.

Ambas comenzaron a mover las ramas. Fue un trabajo en equipo, y mientras lo hacían, Alelí recordó cómo sus abuelos siempre les enseñaban a ser amables con los animales.

- ¡Listo! ¡También le podemos dar un poco de galleta! - sugirió Alelí, sacando una de sus galletitas de la mochila.

Cuando lograron liberar al zorro, este olfateó la galleta y, para su sorpresa, la tomó con cuidado.

- ¡Genial! - dijo Flor, sonriendo. - Le hicimos un favor y él a nosotros. ¡Qué gran aventura!

Pero antes de que pudieran seguir explorando, un pájaro de color brillante voló y se posó cerca de ellas. Empezó a cantar una melodía mágica que las hizo sentir como si estuvieran en un cuento de hadas.

- Esto es increíble - susurró Alelí. - Siento que el bosque nos está mostrando su magia.

- Tal vez debemos seguir al pájaro - sugirió Flor. - Puede llevarnos a más maravillas.

Siguieron al pájaro, que las llevó hacia un claro donde había un hermoso lago. Sus ojos brillarían al ver el reflejo del cielo y las nubes en el agua.

- ¡Mirá! - gritó Alelí. - ¡Se parece a un espejo!

De repente, el pájaro se posó en una piedra y con su canto, hizo que pequeñas luces comenzaran a danzar sobre el lago. Las hermanas se miraron emocionadas. Era un espectáculo impresionante.

- Esto es un regalo del bosque - dijo Flor, un poco convencida de que sí había algo mágico.

Pero el tiempo comenzaba a pasar, y Flor se dio cuenta que sus papis y abuelos podrían estar preocupados.

- Tenemos que volver, Alelí. No quiero que se asusten. - insistió Flor.

- ¡Pero estamos tan felices aquí! - respondió Alelí, aunque comprendía la preocupación de su hermana.

- Sí, pero siempre podemos volver a contarles nuestra aventura. Ellos se alegrarán de que hemos vivido algo maravilloso - acotó Flor.

Así que, aunque un poco tristes por dejar el lago y su magia, las hermanas comenzaron a regresar, llevando consigo la alegría de lo que habían vivido y prometiendo que mañana volverían con sus abuelos para contarles todo.

Cuando llegaron a casa, sus abuelos las esperaban con sonrisas.

- ¡Pero qué alegría verlas de vuelta! ¿Cómo les fue en su aventura? - preguntó el abuelo.

- ¡Increíble! - exclamó Flor.

Y allí, rodeadas de sus abuelos y papis, Alelí y Flor contaron su historia mientras disfrutaban de unas galletas que habían traído del bosque y riendo de la magia que había en su pequeña aventura. Sabían que cada día era una nueva oportunidad para explorar y aprender, y que juntos siempre sería mejor.

Los abuelos sonrieron, sabiendo que transmitieron a sus nietas el amor por las aventuras y la importancia de cuidar del planeta y de los seres que lo habitan. Y así, comenzó una nueva tradición familiar de exploración que uniría a todos en grandes y pequeñas aventuras por el maravilloso mundo que los rodeaba.

FIN.

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