La Aventura de An y el Jardín Mágico



Había una vez en un pequeño pueblo argentino, una niña llamada An. Era curiosa y siempre soñaba con aventuras emocionantes. Un día, mientras exploraba el bosque detrás de su casa, se encontró con un sendero que nunca había visto antes. Con su corazón lleno de emoción, decidió seguirlo.

Al caminar por el sendero, An llegó a un hermoso jardín lleno de flores de colores brillantes. Las flores parecían susurrar en el viento, y una de ellas, una hermosa margarita, la llamaba a acercarse.

"Hola, soy Daisy, la margarita", dijo la flor con una voz suave.

An se quedó asombrada. Nunca había hablado con una flor antes.

"¿Cómo puedes hablar?" preguntó, con los ojos abiertos de par en par.

"Este jardín es mágico, y aquí las flores pueden comunicarse con aquellos que tienen un corazón puro y lleno de sueños. ¿Te gustaría conocer más sobre nuestro hogar?"

"¡Sí!" exclamó An, llena de entusiasmo.

Daisy la llevó a explorar el jardín. An vio árboles que danzaban, riachuelos que cantaban y un arco iris que caía como una cascada. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que algo no estaba bien. Parte del jardín estaba marchito y triste.

"¿Qué le pasó a esa parte del jardín?" preguntó An.

"Esos son los Jardines de los Sueños Perdidos. Cada vez que un niño deja de soñar, una flor se marchita aquí. Necesitamos tu ayuda para revivirlos."

"¿Cómo puedo ayudar?" preguntó An, decidida a hacer algo.

Daisy le explicó que cada niño que había dejado de soñar lo hacía porque se sentía inseguro o había dejado de creer en sí mismo. An tuvo una idea.

"Podemos hacer una fiesta y traer a todos los niños del pueblo para recordarles lo importante que es soñar."

Daisy se iluminó con la propuesta:

"¡Eso es genial, An! Necesitamos música, colores y mucha alegría."

Así que An volvió a su casa y comenzó a preparar la fiesta. Habló con sus amigos sobre el jardín mágico y les contó lo que había aprendido. Todos se entusiasmaron y comenzaron a recopilar instrumentos, decoraciones y deliciosas comidas.

El día de la fiesta llegó, y los niños del pueblo se reunieron en el jardín. Rieron, bailaron y jugaron, recordando la alegría de soñar. Mientras tanto, la magia del jardín comenzó a trabajar. Poco a poco, las flores marchitas empezaron a levantarse y llenarse de vida.

"¡Miren!" gritó un niño. "¡Las flores están volviendo a brillar!"

"Esto es increíble!" dijo An, con una sonrisa radiante.

De repente, el cielo se iluminó con colores brillantes. Las flores comenzaron a caer como confeti por todo el jardín.

"¡Bien hecho, An!" dijo Daisy, desde lo alto de su tallo. "Has devuelto la magia a los Jardines de los Sueños Perdidos."

"Pero no lo hice sola. Todos lo hicimos juntos," respondió An.

"Exactamente. Nunca subestimes el poder de un sueño compartido."

Desde aquel día, An aprendió que los sueños son importantes y que siempre hay magia cuando se comparten con otros. El jardín se convirtió en el lugar favorito de todos los niños, un recordatorio de que, aunque a veces uno se sienta triste o inseguro, siempre hay razón para soñar.

Y así, An y sus amigos siguieron llenando el jardín mágico de sueños y flores por muchos años más, siempre alentándose unos a otros a nunca dejar de soñar.

Y colorín colorado, esta historia se ha acabado.

FIN.

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