La Aventura de Ana en la Dimensión de su Mente
Ana era una nadadora talentosa que vivía en Tucumán. Cada día, después de la escuela, se sumergía en la piscina de su pueblo, dejando atrás las preocupaciones y disfrutando del agua. Una tarde, mientras practicaba sus vueltas, sintió algo especial.
Al zambullirse, notó que el agua brillaba como nunca. De repente, una luz intensa la rodeó y se sintió transportada a un lugar mágico. Al salir a la superficie, no estaba en la piscina. A su alrededor, había paisajes coloridos, criaturas fantásticas y un cielo que cambiaba de colores. Era la dimensión de su mente.
- ¿Dónde estoy? - preguntó Ana, mirando asombrada.
Justo en ese momento, un pequeño pez dorado apareció.
- ¡Hola, Ana! Soy Doradito, el guardián de este lugar. - exclamó el pez con una sonrisa.
- Aquí, puedes descubrir tus sueños y tus miedos.
Ana se emocionó al escuchar esto.
- ¡Genial! ¿Cómo puedo empezar?
- Sigue el camino de las nubes de colores. - respondió Doradito señalando un sendero brillante.
Ana comenzó a caminar y se encontró con un bosque donde los árboles hablaban.
- ¡Hola, Ana! - dijeron al unísono los árboles, cuyas hojas eran de varios colores. - ¡Ven a aprender de nosotros!
Ana se acercó.
- A veces, tenemos miedo de crecer y cambiar. ¿Cómo puedo dejar atrás mis miedos? - preguntó Ana.
- Mira, cuando soplas tus pensamientos en forma de burbujas, se encuentran con el viento y se disipan. - le explicó uno de los árboles. - Intenta.
Ana cerró los ojos y sopló. De su boca salieron burbujas de colores que se elevaban y desaparecían en el aire.
- ¡Funcionó! - exclamó asombrada.
Seguir el sendero la llevó a un lago, donde vio a una leona de pelaje brillante.
- Hola, valiente nadadora. - le dijo la leona. - He escuchado que vienes en busca de aventuras.
- Sí, quiero aprender a no temerle a los desafíos. - respondió Ana.
- A veces, debes enfrentar tus retos para crecer. ¿Te gustaría ayudarme con algo? - propuso la leona.
Ana asintió rápidamente. La leona le explicó que su hogar de oro había sido cubierto por un espeso manto de niebla, y que necesitaba una ayudante para disiparla.
- Si juntas tus pensamientos positivos, podremos despejar la niebla.
Ana cerró los ojos y pensó en todas las veces que había logrado completar una carrera, en cada aplauso que había recibido. Junto a la leona, comenzó a soplar nuevamente, creando burbujas de luz que atravesaron la niebla y la dispersaron.
- ¡Lo hicimos! - gritó Ana, llena de alegría.
De pronto, Doradito apareció de nuevo.
- Has aprendido a enfrentar el miedo y a trabajar en equipo. Ahora es tiempo de volver a casa. Pero recuerda, cada vez que te sumerjas en el agua, podrás regresar aquí y seguir aprendiendo sobre ti misma.
Ana sonrió, y con un giro, fue llevada de vuelta a su piscina. Al salir del agua, su corazón latía con fuerza, y una gran sonrisa iluminaba su rostro. Desde ese día, cada vez que se sumergía, sabía que estaba no solo entrenando su cuerpo, sino también explorando el vasto y hermoso mundo de su mente.
¡Y así, la nadadora de Tucumán descubría que cada zambullida era una oportunidad para aprender, crecer y explorar sus sueños y su valentía!
FIN.