La Aventura de Bea, la Abeja Perdida



Era un hermoso día de sol en la escuela del barrio. Todos los niños jugaban en el patio, reían y disfrutaban del clima. Pero entre las risas y los juegos, había una pequeña abeja llamada Bea que volaba de flor en flor, recogiendo polen. Había salido de su colmena apenas unos minutos antes y estaba emocionada de explorar.

Bea nunca había estado tan lejos de su hogar, y aunque disfrutaba de la belleza del jardín escolar, pronto se dio cuenta de que podría estar un poco perdida.

"¿Dónde estoy?" - se preguntó Bea, revoloteando.

De repente, un grupo de niños la vio zumbando.

"¡Mirá, una abeja!" - gritó Tomás, señalando entusiasmado.

"¡No te acerques!" - gritó Sofía, asustada.

Bea, al escuchar esos gritos, se detuvo en seco.

"No, no, no! No soy peligrosa. Solo vengo a recoger un poco de polen. Pero me he perdido y no sé cómo volver a casa" - explicó Bea, con un pequeño zumbido de preocupación.

Los niños se miraron entre sí, sorprendidos.

"¿Podemos ayudarla?" - sugirió Tomás, con grandes ojos curiosos.

"¡Sí! Vamos a ayudarla!" - gritó Sofía, ahora sintiéndose valiente.

Primero, decidieron buscar entre las flores del patio.

"Bea, ¿qué flores son las que te gustan?" - preguntó Sofía.

"Me encantan las margaritas y las lavandas. Siempre hay muchas en el jardín de la escuela" - respondió Bea, volando hacia una margarita.

Los niños comenzaron a recoger flores para atraer a Bea, pero la abeja aún parecía nerviosa.

"No sé si esto es suficiente. Tal vez deba regresar volando muy alto para ver si encuentro el camino. Pero tengo miedo de perderme aún más!" - se quejaba Bea.

De repente, se les ocurrió una idea.

"¡Hagamos una señal!" - propuso Tomás.

"¡Sí! Podemos hacer algo que brille para que puedas ver desde lejos!" - añadió Sofía.

Los niños se pusieron a buscar papel brilloso y otros materiales en su mochila. Juntos, crearon un enorme cartel que decía: "¡BEA, AQUÍ ESTAMOS!" y lo colgaron en la parte más alta de un árbol.

"Cuando vuelvas a casa, ¡busca este cartel!" - gritó Sofía mientras levantaba el cartel.

Bea sonrió y se sintió emocionada.

"Eso es genial, chicos! Gracias. Tengo esperanza" - dijo Bea, mientras revoloteaba alrededor del cartel, sintiendo que tenía amigos que se preocupaban por ella.

Los niños decidieron esperar un rato, y mientras tanto, comenzaron a contar historias sobre las abejas. Bea, muy entretenida, escuchaba cada palabra.

"Las abejas son súper importantes. Sin ellas, no tendríamos muchas frutas y flores. ¡Son como heroínas en la naturaleza!" - dijo Tomás.

"Y siempre trabajan en equipo, como nosotros hoy, ayudando a Bea" - comentó Sofía, sonriendo.

Pasaron unos minutos, y de pronto, el cielo se llenó de un hermoso zumbido. Era Bea, que había volado muy alto para ver el patio desde las nubes.

"¡Chicos! Vi el cartel desde el cielo!" - exclamó emocionada, aterrizando suavemente junto a ellos.

Los niños la miraron con alegría.

"¡Nos alegra que estés aquí, Bea!" - gritaron todos al unísono.

"Ahora sé cómo volver gracias a ustedes. Me ayudarán a recordar que siempre hay un camino, incluso en los momentos más confusos" - dijo Bea, emocionada por la ayuda de sus nuevos amigos.

Antes de irse, Bea decidió llevarse una pequeña flor que los chicos habían recogido para ella como un recuerdo.

"Siempre que vea esta flor, pensaré en ustedes y en nuestra gran aventura" - prometió, mientras sus alas vibraban feliz.

"¡Vuelve pronto, Bea!" - gritaron los niños mientras la abeja se alejaba, zumbando en el aire.

Los chicos se sintieron orgullosos y felices de haber ayudado a Bea. Habían descubierto que, trabajando juntos y siendo amables, podían resolver problemas y crear amistades inesperadas.

Y así, Bea, la abeja del patio de la escuela, siempre recordaría su aventura y a los niños que le enseñaron a nunca rendirse.

FIN.

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