La aventura de Benjamín y el Gallo Ramón


Había una vez un pequeño bebé llamado Benjamín que se negaba rotundamente a comer su papilla. Cada vez que sus padres intentaban alimentarlo, él hacía pucheros y escupía la comida.

Sus padres estaban muy preocupados por su salud y decidieron buscar ayuda. Fue entonces cuando conocieron a Don Federico, un granjero de la zona que tenía muchos animales en su granja.

Don Federico les sugirió llevar a Benjamín a la granja para ver si algún animal podía ayudarlo a comer. Así fue como el bebé llegó al lugar donde conoció al gallo Ramón, un gallo valiente y audaz.

Al principio, Benjamín estaba asustado por el ruido del gallo, pero Ramón le habló con ternura:"Hola pequeño amigo, ¿por qué no quieres comer tu papilla? Es importante para crecer fuerte y sano". Benjamín miró al gallo con curiosidad y respondió:"No me gusta cómo sabe y tampoco me gusta cómo se ve". Ramón sonrió comprensivamente y dijo:"Entiendo cómo te sientes.

Pero déjame mostrarte algo especial". El gallo corrió hacia el huerto de la granja seguido por Benjamín. Allí encontraron una hermosa planta de tomates rojos y jugosos. Ramón señaló los tomates diciendo:"Mira estos tomates tan apetitosos.

Saben delicioso cuando están maduros ¿Sabías que tu papilla está hecha de alimentos como éstos?"Benjamín quedó sorprendido e interesado en lo que decía Ramón. "¿De verdad? No sabía eso". Ramón asintió y continuó:"Sí, es cierto.

Los tomates son solo uno de los ingredientes de tu papilla. También hay zanahorias, espinacas y muchas otras cosas saludables que te ayudarán a crecer fuerte y tener mucha energía para jugar". Benjamín se sintió emocionado por lo que Ramón le estaba contando.

"¿Podrías enseñarme a comer mi papilla? Quiero ser fuerte como tú". Ramón movió su cabeza afirmativamente y dijo:"Por supuesto, pequeño amigo. Vamos a hacerlo divertido. Jugaremos al "Come la Papilla".

Yo seré el juez y tú tendrás que comer una cucharada de papilla cada vez que diga "¡come!"Benjamín aceptó emocionado el desafío y comenzaron a jugar.

A medida que avanzaban en el juego, Benjamín se dio cuenta de que la papilla no era tan mala como pensaba. Después de un rato, Benjamín había comido toda su papilla sin darse cuenta. El gallo Ramón aplaudió emocionado:"¡Lo hiciste genial! Ahora eres un experto en comer papillas".

Benjamín se sintió muy orgulloso de sí mismo y abrazó al gallo. Desde ese día en adelante, Benjamín nunca más rechazó su comida. Aprendió a disfrutarla sabiendo que era buena para él gracias a su amigo el gallo Ramón.

Y así fue como Benjamín descubrió la importancia de una alimentación balanceada y aprendió una valiosa lección: ¡La comida puede ser deliciosa si nos damos la oportunidad de probarla!

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