La Aventura de Beto, el Erizo Solitario



Había una vez, en un hermoso bosque lleno de colores y sonidos, un erizo llamado Beto. Beto era un erizo con un corazón grande, pero tenía un pequeño problema: sus espinas lo hacían parecer un poco temible, y por eso no podía hacer amigos. Todos los animales del bosque le tenían miedo y preferían jugar lejos de él.

Un día, mientras Beto intentaba jugar solo, decidió que ya era hora de buscar amigos. Se dijo a sí mismo: "¡Hoy es el día! Voy a salir de aventura y encontrar amigos que me quieran por quien soy."

Así que, con mucha determinación, Beto se puso su mochila y salió del agujero donde vivía. Pero no le fue fácil. Cada vez que se acercaba a un grupo de animales, ellos lo miraban y decían:

"¡Ay, no! ¡Es un erizo! ¡Se va a pinchar!"

"No, no, mejor juguemos más lejos."

Beto, aunque un poco triste, no se dio por vencido. Siguió adelante hasta que encontró un claro en el bosque donde algunas mariposas danzaban. Se acercó y les dijo:

"Hola, mariposas. Me llamo Beto. ¿Puedo jugar con ustedes?"

Las mariposas, con sus alas brillantes, se miraron entre sí y risitas llenaron el aire.

"Oh, Beto. Nos encantaría, pero no queremos pinchar nuestras alas."

Beto sintió que el mundo se oscurecía un poco, pero decidió seguir adelante. Luego encontró una pequeña charca llena de ranas. Cuando les propuso jugar al escondite, las ranas saltaron a un lado aterrorizadas.

"¡No! ¡Un erizo, no! ¡Corre, corre!"

Descorazonado, Beto se sentó bajo un árbol y comenzó a llorar. De repente, escuchó un suave crujido a su lado. Era una pequeña ardilla llamada Lila.

"¿Por qué llorás, Beto?" -preguntó Lila con curiosidad.

Beto le contó sobre su búsqueda de amigos y los rechazos que había enfrentado.

"No tienes que tener miedo, Beto. Te veo como realmente sos: una buena persona. Quizá podamos hacer algo juntos para mostrarles a los demás que no hay que temer a las espinas."

Beto se secó las lágrimas y escuchó atentamente. Lila tuvo una idea brillante. "Vamos a organizar un gran festival en el bosque, donde todos los animales puedan venir y conocerte mejor."

Emocionados por el plan, Beto y Lila se pusieron a trabajar. Juntaron hojas, flores y frutos. Cuando llegó el día del festival, muchos animales se acercaron al claro. Había música, juegos y risas por todas partes.

"Vengan todos, ¡conozcan a Beto!" -anunció Lila, guiando a los animales hacia el erizo.

Los animales, aunque un poco temerosos al principio, comenzaron a acercarse. Beto, con su corazón palpitante, decidió mostrarles su lado divertido. "¿Quién quiere jugar a las escondidas? Yo prometo no pinchar a nadie."

Los animales rieron y, a pesar de sus temores, se unieron a la diversión. Poco a poco, Beto fue demostrando que no había nada que temer. Su chispa hizo que todos se sintieran a gusto.

Durante el festival, un pequeño conejo se acercó y dijo:

"Beto, ¿puedes compartir tu historia? Eres impresionante."

Beto, emocionado, comenzó a narrar cómo había decidido salir a buscar amigos y cómo había sido perseverante. Los animales escuchaban en silencio, cada vez más interesados.

"Ahora entiendo, ¡no se trata solo de tus espinas!" -dijo una de las mariposas.

Al finalizar el festival, todos los animales se acercaron a Beto y le ofrecieron su amistad.

"Te aceptamos como amigo, Beto. Gracias por ser tan valiente y mostrarnos que no debemos juzgar a otros por su apariencia," -dijo la ardilla Lila.

Desde aquel día, el bosque ya no fue el mismo. Beto no solo había encontrado amigos, sino que también había enseñado a los animales una importante lección: a no juzgar por las apariencias. Juntos organizaban juegos y aventuras, y Beto, con su corazón lleno de alegría, nunca volvió a sentirse solo.

Y así, el erizo Beto aprendió que la amistad se construye con el amor y la comprensión, y que muchas veces, lo que parece ser un obstáculo puede convertirse en una oportunidad. Y así, como todos los buenos cuentos terminan, Beto y sus amigos vivieron felices por siempre.

FIN.

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