La Aventura de Blanquita



En un país muy colorido, donde cada casa, cada árbol y cada flor tenía un color diferente, vivía una pequeña nube blanca llamada Blanquita. A Blanquita le encantaba observar el mundo desde el cielo, pero sentía un poco de envidia de todos.

"¿Por qué no puedo ser como ellos?" - pensaba Blanquita, mirando cómo los árboles eran verdes, las casas amarillas y las flores moradas y rojas.

Un día, mientras estaba flotando perezosamente en el cielo, escuchó a un pequeño pajarito que cantaba con alegría. El pajarito, con su plumaje brillante y colorido, se acercó a ella.

"Hola, nube amiga. ¿Por qué pareces tan triste?" - le preguntó el pajarito.

"Hola, pajarito. Mi nombre es Blanquita y me siento envidiosa de todas las cosas coloridas del mundo. Todo tiene un color hermoso, menos yo. Soy solo una nube blanca." - respondió Blanquita con un suspiro.

"¿Y no te das cuenta de que tu color también es especial?" - preguntó el pajarito.

"¿Cómo podría ser especial ser blanca?" - continuó Blanquita, sin convencerse.

El pajarito decidió ayudar a Blanquita a entender que cada color tenía su propósito.

"Ven, dame la mano y salgamos a explorar juntos. Te mostraré cuán valiosa eres." - dijo el pajarito.

Blanquita, intrigada, siguió al pajarito. Juntos volaron sobre el pueblo colorido. Desde las alturas, Blanquita vio cómo los niños jugaban felices en los jardines llenos de flores.

"¿Ves?" - dijo el pajarito. "Las flores también miran hacia arriba y te admiran. Sin ti, no habría sombra ni frescura en los días soleados."

Continuaron su ruta y llegaron a un campo de girasoles. Los girasoles eran altos y radiantes, pero todos inclinaban sus cabezas hacia Blanquita.

"¡Hola, nube!" - gritaron los girasoles al unísono. "Gracias por la sombra y por el agua que nos das!"

Blanquita sonrió, emocionada al darse cuenta de que su presencia hacía la diferencia.

Después de un rato, el pajarito sugirió: "Te voy a llevar a visitar a la montaña, ahí entenderás más sobre ti."

Al llegar a la montaña, Blanquita observó cómo las aves se posaban en su cima, agradecidas por la suavidad de su nube. Todos los animales que vivían en el bosque también le sonreían y la saludaban.

- “Eres la razón por la cual el sol brilla sin quemar. Sin ti, nuestro hogar no sería el mismo.” - le dijeron todos los animalitos.

Con cada halago, los ojos de Blanquita se llenaban de brillo. Su envidia empezó a desvanecerse.

"¡Gracias, pajarito! Ahora entiendo que cada uno de nosotros es especial a su manera." - dijo Blanquita, agradecida.

El pajarito sonrió, contento de haber ayudado a su amiga.

De pronto, una idea brillante iluminó la mente de Blanquita.

"¿Puedo yo ayudar a dar color al mundo de alguna manera?" - preguntó emocionada.

"¡Por supuesto! Con tus formas, puedes crear la lluvia y llenar con colores brillantes los campos y jardines!" - le contestó el pajarito.

Así, Blanquita decidió que usaría su habilidad para crear hermosas lluvias que hiciesen florecer colores en todo el país.

Desde ese día, cada vez que llovía, los niños salían a jugar y a bailar, mientras las flores brotaban deslumbrantes. Blanquita se sintió más feliz que nunca.

Y así, comprendió que aunque era blanca, su papel traía vitalidad a su hogar.

Cada uno, cada ser, tiene su lugar en el mundo, y cuando te sientes especial por lo que eres, puedes brillar como nunca antes.

Blanquita se convirtió en la nube más alegre y apreciada del país colorido, y esa felicidad solo creció con el tiempo.

Y recordemos, que cada uno de nosotros, sin importar nuestro color, somos únicos y valiosos en este hermoso mundo.

FIN.

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