La Aventura de Calabaza y Tortuguita



Era una hermosa mañana en el bosque de Verdelandia. Los árboles susurraban entre sí y las flores lucían colores vibrantes. En un rincón del bosque, vivía una calabaza llamada Calabaza Apstaoa. Apstaoa era diferente a las demás calabazas: aunque era de un naranja brillante, tenía una forma algo curiosa, casi como si estuviera un poco chueca. Pero eso a ella no le importaba, porque siempre sonreía con alegría.

Un día, mientras Apstaoa disfrutaba de los rayos del sol, escuchó un ¡plop! cerca del arroyo. Al acercarse, vio a una pequeña tortuga llamada Tortuguita, atrapada entre unas ramas.

"¡Hola! ¿Necesitas ayuda?" - preguntó Calabaza Apstaoa, con su voz suave y cálida.

"Oh, sí, por favor!" - exclamó Tortuguita, con la voz temblorosa "Estaba buscando un lugar seguro para nadar y me enredé aquí."

Calabaza Apstaoa, aunque no era la más fuerte, sabía que no podía dejar a su nueva amiga en apuros.

"No te preocupes, yo te ayudaré!" - dijo decidida Calabaza...

Entonces, con mucho cuidado, empezó a rodar hacia las ramas. Cuando llegó, utilizó su forma chueca para desatascar las patas de Tortuguita.

"¡Gracias, Calabaza! Eres muy valiente" - dijo Tortuguita, mientras se estiraba y empezaba a moverse.

"No hay de qué, amiga. A veces hay que usar lo que uno tiene para ayudar a los demás" - respondió Apstaoa, llena de orgullo.

Las dos se hicieron inseparables. Pasaron el día explorando los rincones de Verdelandia, pero cada aventura tenía un nuevo desafío. Pronto, se encontraron ante un gran charco. Tortuguita se asomó y dijo:

"Parece muy profundo. No sé si puedo cruzar eso..."

"¿Y si yo te ayudo a saltar?" - propuso Calabaza Apstaoa.

Ambas pensaron en eso por un momento y, con un plan en mente, Apstaoa se colocó en la orilla del charco y se preparó.

"¡A la cuenta de tres!" - dijo Calabaza "Uno, dos, ¡tres!". En ese preciso instante, Tortuguita saltó y, con un empujón de Apstaoa, atravesó casi todo el charco con una gran sonrisa.

"¡Lo logré!" - gritó Tortuguita, mientras aplaudía feliz.

"Esto es lo que se siente tener una amiga valiente" - dijo Apstaoa.

Al final del día, mientras el sol comenzaba a ocultarse, Apstaoa y Tortuguita se sentaron a descansar bajo un árbol.

"Hoy fue increíble, pero creo que yo también tengo miedo de algunas cosas" - confesó Tortuguita.

"¿Como qué?" - preguntó Apstaoa.

"A veces tengo miedo de ir al fondo del río, porque no sé qué hay allí".

"Tal vez si lo intentamos juntas, podríamos descubrirlo" - sugirió Calabaza Apstaoa.

Decidieron que al día siguiente harían una expedición al río y descubrirían todos sus secretos. Cuando llegó el nuevo día, las dos amigas fueron al río. Primero, Tortuguita dudaba, pero con la mano de Calabaza animándola, se aventuraron juntas a explorar las profundidades del agua. A medida que nadaban, Tortuguita se dio cuenta de lo emocionante que era descubrir el mundo debajo de la superficie.

"¡Mira esos colores!" - exclamó Tortuguita, viendo peces de todos los colores.

"¡Éste es el mejor día!" - respondió Calabaza Apstaoa, sintiéndose llena de alegría por haber apoyado a su amiga.

Así, cada duda y cada temor se convirtió en una nueva aventura. Ap aprender a ayudarse mutuamente, descubrieron que la amistad y la valentía pueden superar cualquier obstáculo. Calabaza Apstaoa y Tortuguita volvieron al bosque con corazones alegres, sabiendo que juntas, podían lograr todo lo que se propusieran.

"Gracias por ser mi amiga, Calabaza. Siempre estaré aquí para ti" - dijo Tortuguita.

"Y yo siempre estaré aquí para ayudarte, Tortuguita. Porque eso es lo que hacen los amigos" - sonrió Apstaoa.

Y así, el bosque se llenó de risas y aventuras, porque cuando se tienen buenas amigas, la vida siempre es mejor, sin importar cómo seas o cómo te veas.

FIN.

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