La Aventura de Caperucita en el Bosque de Letras



En un brillante día soleado, Caperucita Roja se preparaba para visitar a su querida abuela, que vivía al otro lado del Bosque de Letras. Se puso su caperuza, tomó la cesta con galletitas y antes de salir, su mamá le advirtió:

"No hables con extraños y no te apartes del camino. ¡Es peligroso!"

Con una sonrisa y un guiño, Caperucita inició su caminata entre los árboles que, en lugar de hojas, tenían libros colgando.

Mientras tanto, en una parte oscura del bosque, un lobo travieso lo observaba todo. Se acercó sigilosamente y exclamó:

"¡Hola, pequeña Caperucita! ¿A dónde vas con esa canasta tan rica?"

Caperucita, sorprendida pero valiente, respondió:

"Voy a visitar a mi abuela. ¡Tengo galletitas para ella!"

El lobo, que realmente quería hacer una travesura, la atrapó con una risa burlona.

"¡No tan rápido, Caperucita! Te he atrapado, y ahora, ¡tendrás que jugar conmigo!"

Caperucita no se rindió:

"¡Déjame en paz, lobo travieso!"

El lobo, sin embargo, no quería hacerle daño, solo le gustaba jugar a los escondites.

Pero justo cuando comenzaban a dar vueltas y vueltas, un extraño gigante apareció detrás de los árboles. Era un científico loco que buscaba nuevas ideas porque su invento de volar no funcionaba. Su cabello era muy alocado y tenía gafas que brillaban como el sol.

"¡Alto ahí! ¿Qué sucede aquí?" dijo el científico.

"¡Es solo un juego!" respondió el lobo, un poco asustado.

Caperucita, sintiéndose inquieta y un poco divertida, dijo:

"El lobo me atrapó, pero no quiere hacerme daño. Solo quiere jugar."

El científico, con curiosidad, se acercó:

"¿Y por qué no usan este momento para aprender algo nuevo? Por ejemplo, ¿quién puede encontrar palabras escondidas en el bosque?"

Caperucita se emocionó:

"Eso suena genial. ¡Me encanta aprender!"

El lobo, al oírlo, se rió con entusiasmo:

"¡Yo también quiero!"

Así que el científico, usando su chaqueta colorida, comenzó a idear juegos. Con un gesto de su mano, hizo que las letras de los libros comenzaran a volar por el aire.

"Atrapen esas letras y construyan nuevas palabras. ¡El que logre armar más palabras ganará!"

Caperucita y el lobo comenzaron a correr y a saltar, tratando de atrapar las letras.

"¡Mirá, formé la palabra ‘amor’!" gritó Caperucita.

"¡Y yo hice ‘jugar’!" dijo el lobo, que ahora se la pasaba riendo y disfrutando.

Después de un rato, el científico se unió a ellos y juntos formaron un montón de palabras nuevas. La alegría llenó el bosque, y pronto la abuela de Caperucita, al escuchar el ruido, salió de su casa al borde del bosque.

"¿Qué pasa, queridos?"

Caperucita, llena de energía, corrió hacia ella y le explicó todo lo que había pasado:

"¡Conocí al lobo que es muy travieso pero amable, y también a un científico loco! ¡Nosotros aprendimos a jugar con las letras!"

La abuela, sonriendo, observó al lobo:

"¿Ves, pequeño lobo? A veces, una aventura puede transformar una travesura en algo hermoso."

El lobo, sintiéndose feliz, se despidió:

"Gracias, Caperucita y abuela. ¡De ahora en adelante, seré más amable!"

Y así, Caperucita Roja, el lobo travieso y el científico loco se convirtieron en amigos, siempre listos para nuevas aventuras y aprendizajes en el Bosque de Letras.

Y desde ese día, cada vez que Caperucita iba a visitar a su abuela, el lobo siempre estaba ahí para jugar y aprender juntos. Además, aprendió que los caminos se pueden hacer divertidos y educativos si llevamos un poco de curiosidad y diversión en nuestros corazones.

FIN.

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