La Aventura de Capy en el Espacio de Colores
En un tranquilo rincón de la selva, vivía una capibara llamada Capy. Capy era curiosa y siempre soñaba con explorar más allá de su hogar. Un día, mientras paseaba cerca de un arroyo, encontró un curioso objeto brillante entre los arbustos. Al acercarse, vio que era un pequeño telescopio.
"¡Wow, qué maravilla!" - exclamó Capy.
Sin pensarlo dos veces, se lo llevó a su casa y lo probó.
"¡Mirá todo lo que hay en el cielo!" - dijo sorprendida. "¡Estrellas, planetas, y hasta unos colores que nunca había visto!"
Y así, cada día, Capy observaba el cielo. Pero un día, mientras miraba a través de su telescopio, se dio cuenta de que uno de esos planetas de colores brillantes estaba más cerca de lo que pensaba. La curiosidad la llevó a una gran decisión.
"Voy a visitar ese planeta. ¡Quiero conocer a otros animales y tener nuevas amistades!" - pensó Capy emocionada.
Con mucho esfuerzo, Capy construyó una nave espacial con ramas, hojas y un poco de ayuda de sus amigos: los pájaros, que le traían las piezas que necesitaba, y el castor, que era muy bueno construyendo.
"¿Estás segura de que querés ir, Capy?" - preguntó su amigo el loro.
"Sí, quiero aprender sobre esos colores y hacer nuevos amigos. No le tengo miedo a lo desconocido" - respondió Capy con determinación.
Finalmente, llegó el día. Capy se despidió de sus amigos y partió en su nave, volando a través del espacio. ¡Qué emocionante! Los colores de las estrellas y los planetas la dejaron maravillada. Sin embargo, al llegar al planeta de colores, descubrió que estaba habitado por seres que eran completamente diferentes a ella: eran criaturas peludas, con alas y de todos los colores.
"Hola, soy Capy, una capibara de la selva. Vengo en busca de amistad" - dijo con una sonrisa.
Los habitantes del planeta, al principio, se miraron unos a otros con curiosidad.
"¿Capibara? Nunca hemos oído de esos animales" - comentó una criatura de color azul y alas verdes.
Capy sintió un pequeño nudo en su pancita, pero decidió mostrarse amigable.
"¿Por qué no ven a conocerme?" - les propuso.
Con el tiempo, algunos de ellos se acercaron. Los colores de sus pelajes eran tan llamativos, y sus alas brillaban con la luz de los soles del planeta. Decidieron hacer un juego donde todos compartían un poco de sus propias historias. Las criaturas comenzaron a contar sus aventuras y Capy, emocionada, habló de su vida en la selva, de sus amigos y de las maravillas que había visto.
"A veces no tenemos que parecer iguales para ser amigos. ¡Contárnoslo todo es una gran manera de acercarnos!" - dijo Capy.
Poco a poco, todos se dieron cuenta de que aunque eran diferentes, compartían un mismo deseo: ¡ser amigos! Comenzaron a jugar hasta que la noche cubrió el planeta con su manto estrellado.
Pero cuando llegó el momento de regresar a casa, Capy se sintió triste. Había hecho nuevos amigos, pero no quería despedirse.
"No quiero irme. Estoy feliz aquí" - dijo Capy con tristeza.
Los habitantes del planeta, sintiendo su tristeza, se reunieron y comenzaron a hablar de ideas.
"¿Y si hacemos un intercambio? Tú puedes venir y visitarnos de vez en cuando y nosotros podemos ir a la selva a conocerte mejor" - sugirió la criatura azul.
Capy sonrió.
"¡Esa es una hermosa idea! Así todos aprenderemos unos de otros".
Así, Capy regresó a su hogar con el corazón lleno de alegría y promesas de nuevos encuentros. Desde entonces, Capy y sus amigos de ambos mundos se visitaban con frecuencia, compartiendo su magia, lindo color y sobre todo, las diferencias que se convirtieron en un lazo fuerte de amistad y respeto.
Al final, Capy entendió que la única forma de tener una amistad verdadera es ser abiertos y aceptar las diferencias, y que el amor se expresa en muchas formas, colores y maneras.
Y así, cada vez que miraba al cielo, Capy sonreía, sabiendo que sus amigos de colores siempre estarían ahí, listos para compartir nuevas aventuras.
FIN.