La Aventura de Celeste y Su Familia Afortunada
Érase una vez en un pequeño y colorido pueblito llamado Arcoíris, donde vivía una niña llamada Celeste. Desde que nació, su familia la había rodeado de amor y cariño. Sus papás, Lucas y Sofía, siempre le enseñaban a ser agradecida por las pequeñas cosas de la vida. Además, tenía un hermano mayor llamado Mateo que siempre la cuidaba y hacía reír con sus ocurrencias.
Un día, Celeste decidió llevar un picnic a su parque favorito, un lugar lleno de flores y mariposas. "¡Mateo, ven a ayudarme!"- llamó Celeste emocionada. Mateo, que estaba construyendo un robot de cartón, dejó su proyecto y fue a ayudarle. Juntos, empacaron sándwiches, galletas y refrescos, y luego se dirigieron al parque.
Mientras disfrutaban de su picnic, Celeste dijo: "Estoy tan feliz de tener una familia como la mía. Siempre estamos juntos y nos ayudamos unos a otros"-. Mateo sonrió y respondió: "Es verdad, pero también debemos ayudar a los demás. Hay muchas personas en el pueblo que no tienen lo que nosotros tenemos"-.
Celeste miró a su hermano, pensando en sus palabras. "Tienes razón. ¿Podríamos hacer algo por ellos?"- propuso la niña con entusiasmo. "Claro que sí. ¿Qué tal si organizamos una colecta de alimentos y juguetes para donarlos a los que más lo necesitan?"- sugirió Mateo.
Al día siguiente, Celeste y Mateo hablaron con sus papás sobre la idea. "Es una excelente propuesta, chicos. Vamos a ayudarles a organizarlo", dijo Sofía, llena de orgullo por la iniciativa de sus hijos. Lucas añadió: "Así también aprenderán sobre la importancia de compartir y ayudar a los demás"-.
Los niños rápidamente comenzaron a planear el evento. Hicieron carteles, invitaron a sus amigos y familiares, y crearon una lista de lo que podían recolectar. Dayana, la amiga de Celeste, dijo: "Yo puedo llevar muchos juegos que ya no uso"-.
"Y yo puedo pedirle a mis papás que nos den alimentos"-, añadió Juan, otro amigo. Todos estaban emocionados y comprometidos con la causa. Cuando llegó el día de la colecta, el parque se llenó de colores. La gente traía pan, arroz, frutas e incluso muchos juguetes que sus hijos ya no querían.
Celeste miraba todo con una sonrisa de oreja a oreja. "¡Es increíble ver cómo todos nos estamos uniendo por una buena causa!"- exclamó. Pero entonces se dio cuenta de algo, había llegado un niño muy triste con las manos vacías. Su nombre era Rami, y su familia pasaba por un momento difícil.
"¿Por qué no traes nada, Rami?"- le preguntó Celeste, preocupada. "Yo quería traer, pero en casa no tenemos suficiente", respondió Rami con la vista en el suelo. Celeste se entristeció al escuchar eso y tuvo una idea brillante.
"¡Vamos a compartir!"- dijo. "Si cada uno de nosotros trae algo extra de lo que recolectamos, Rami también podrá tener juguetes y alimentos"-. Todo el mundo estuvo de acuerdo, y pronto comenzaron a llenar una caja con artículos solo para Rami. Al final del día, Rami no solo pudo llevarse cosas, sino también se unió al grupo de amigos, disfrutando de los juegos y riendo con todos.
Después de un día lleno de buenas acciones y risas, Celeste sintió que realmente había aprendido algo importante. "La verdadera fortuna no está solo en lo que tenemos, sino en lo que compartimos"- dijo. Mateo agregó: "Sí, y al ayudar a otros, también nos hacemos más felices"-.
Desde aquel día, Celeste, Mateo y su familia continuaron buscando maneras de ayudar a los demás en su comunidad. Aprendieron que cada pequeño gesto cuenta, y que la verdadera fortuna está en el amor y la solidaridad que uno comparte con los demás. Y así, la familia afortunada de Celeste vivió muchas más aventuras, siempre llevando en su corazón el maravilloso mensaje de ayudar y compartir.
FIN.