La Aventura de Crear el Mundo
Había una vez en un lugar muy especial, un gran vacío en el que no había nada, solo un silencio profundo. Pero, en ese vacío, había una gran idea esperando a ser desatada. Era el momento perfecto para empezar la aventura de crear el mundo.
¡Un día, una voz resonó en la oscuridad! Era una voz llena de energía y alegría, que decía: "¡Hagamos un mundo lleno de maravillas!". Con un destello de luz, comenzaron a aparecer cosas sorprendentes.
Primero, apareció el cielo azul y brillante. "¡Mirá qué hermoso!" -exclamó el cielo, estirándose hacia el infinito. El sol salió, llenando todo de calidez, y la luna lo acompañó en las noches. "Hola, sol, ¡sos tan radiante!" -dijo la luna con un guiño. "Gracias, luna, juntos haremos que el mundo brille."
Después del cielo, llegó la tierra. Con montañas imponentes, ríos que corrían llenos de vida, y suaves praderas verdes. La tierra susurró: "¡Hola, soy la Tierra! Estaré aquí para ser un hogar lleno de sorpresas."
Los árboles comenzaron a crecer en la tierra, y los animales empezaron a jugar. "¡Miren, ahí vienen los animales!" -gritó un árbol al ver cómo los ciervos saltaban entre los arbustos. Los pájaros comenzaron a cantar en sus ramas. "¡Esto es maravilloso!" -eurogó un lindo pajarito.
Los animales eran muy distintos entre sí. Había leones fuertes, liebres veloces y peces que nadaban en ríos cristalinos. "¡Un momento!" -dijo un pez. "¿Dónde están los humanos?"
La voz de la creación contestó: "Aún no han llegado, pero pronto los haré para que cuiden y disfruten de este mundo."
Así fue como se creó al primer hombre y a la primera mujer. Un día, se despertaron entre flores y risas. "¡Nos llamamos Adam y Eva!" -gritaron juntos, llenos de alegría.
La Tierra les mostró todos los colores y olores, "¡Miren que hermosos son los días!" -dijo la Tierra mientras les enseñaba los frutos. Adam y Eva comenzaron a explorar su hogar. "¡Mirá, hay un árbol lleno de frutas!" -exclamó Eva.
"Sí, vamos a disfrutarlo" -respondió Adam, aventurándose hacia la rica comida.
Pero había algo más, una parte que era un misterio. En el centro del jardín, había un árbol del que no debían comer. "¿Por qué no podemos comer de ese árbol?" -preguntó Eva, curiosa.
"Porque es un misterio que debemos respetar. Eso es lo que nos hace especiales. Debemos cuidar lo que tenemos y aprender a vivir en armonía" -respondió Adam, reflexionando sobre la importancia de seguir las reglas.
Días y días pasaron, y Adam y Eva dieron vida a muchos animales, enseñándoles a vivir felices. "¡Ven aquí, pequeño conejo!" -decía Eva mientras acariciaba suavemente a uno. "¡Amo este lugar!" -gritó Adam, mientras corría detrás de un alegre ciervo.
Un día, mientras exploreban el jardín, se encontraron con un encantador pajarito que les hizo una pregunta. "¿Por qué siempre están felices?"
"Porque cuidamos nuestro hogar y compartimos lo que tenemos. La felicidad se hace más grande cuando se comparte" -respondió Eva.
"¡Eso es genial!" -dijo el pajarito, volando bajo y alegre.
Pero apareció un momento de incertidumbre cuando un rayo de duda cayó sobre ellos. La tentación de probar lo prohibido susurró en sus oídos. "Es solo una prueba... ¿qué hará de malo un pequeño bocado?" -dijo un serpiente que se deslizaba entre las ramas.
"¡No debemos hacerlo!" -gritó Adam, recordando las palabras de la Tierra.
"Debemos ser responsables y cuidar lo que tenemos" -se unió Eva, fortalecida por la decisión de su compañero.
Con valentía, Adam y Eva eligieron no ceder a la tentación. Se dieron cuenta de que su felicidad venía de las cosas simples: compartir, cuidar y aprender del mundo que les rodeaba.
Y así, juntos, jugando con los animales y explorando la maravilla de la Tierra, entendieron que la creación no solo se trataba de hacer cosas bellas, sino también de vivir en armonía con todo lo que los rodeaba.
Y así fue como nuestros amigos, Adam y Eva, aprendieron la importancia de cuidar su hogar, compartir la alegría y mantener la curiosidad. Porque el mundo que había sido creado para ellos estaba lleno de maravillosas sorpresas esperando por ser descubiertas en cada rincón.
Desde aquel día, el jardín nunca dejó de florecer, y la risa de Adam, Eva, los animales, los árboles y el viento se escuchó, allí donde todo comenzó, recordando siempre la aventura de crear el mundo.
FIN.