La Aventura de Cuidar a una Mascota
Una vez en un rincón feliz de la ciudad, vivía una niña llamada Noa. Tenía seis años y le encantaba jugar, correr y reír. Pero lo que más amaba en el mundo era a su perra, Luna. Luna era una mezcla de labrador y sharpei, y su pelaje negro brillaba como las estrellas en la noche. Juntas, eran inseparables.
Un día, mientras jugaban en el parque, Noa se dio cuenta de algo extraño. —"Luna" , le dijo mientras la acariciaba, "hoy no estás tan brillosa como siempre. ¡Te falta un baño!".
Luna, con su mirada curiosa, movió la cola, como diciendo: "¡Sí, vamos a jugar!". Pero Noa sabía que era momento de un buen baño.
"Primero el baño, después el juego. ¡Es un trato!" - exclamó Noa con una sonrisa.
Así que Noa preparó el agua tibia en la bañera, puso su mejor shampoo (rosa con pompas) y, un poco nerviosa pero decidida, llevó a Luna al baño.
"¡Prepárate, amiga!" - dijo Noa mientras comenzaba a mojar a Luna.
Luna, al principio, puso cara de sorpresa, pero pronto se dio cuenta de que el agua tibia era como un abrazo cálido.
"¡Esto no está tan mal!" - parecía pensar Luna mientras Noa la cepillaba con su cepillo favorito, uno que tenía forma de pez.
Pero de repente, mientras Noa cepillaba a su amiga, se dio cuenta de que detrás de la puerta estaba su hermano, Tomás, observando.
"¿Qué haces, Noa?" - preguntó Tomás, tapándose la boca para no reír.
"¡Le estoy dando un baño a Luna!" - Noa respondió con orgullo.
"¡Parece un pez nadando!" - se rió Tomás.
Con una risita, Noa decidió que no solo Luna necesitaba un baño.
"Yo también quiero nadar... ¡pero en el parque!" - dijo Noa, emocionada.
Después de bañar a Luna y dejarla reluciente, salió del baño con ella y Tomás. Ya era hora del paseo, y Noa tenía un plan.
"Hoy vamos a hacer una aventura especial. ¡A ver quién puede encontrar más pelotas en el parque!" - gritó Noa mientras sacaban a Luna.
Así que, con Luna corriendo feliz, llegaron al parque. Al principio, parecían estar en una competición amistosa.
"¡Yo encontré una!" - exclamó Tomás, sosteniendo una pelota verde.
"¡Y yo tengo dos!" - dijo Noa, sosteniendo una roja y otra amarilla.
Pero de repente, Luna desapareció corriendo tras una mariposa.
"¡Luna! ¡Vuelve!" - gritó Noa con un poco de preocupación en su voz.
Luna seguía la mariposa, alegre y juguetona. Pero justo cuando Noa pensaba que la había perdido, escuchó un ruido atípico. ¡Luna había encontrado un camino lleno de flores!"¡Mirá, Noa! ¡Cuidado que traigo oro!" - dijo Tomás, señalando a Luna que viene cargando un ramo de flores con su boca.
Noa se puso a reír.
"Luna, eres la mejor buscadora de tesoros. Pero, recordá siempre que hay que cuidarse de los demás en el parque. ¡Vamos a jugar juntos!" - dijo Noa mientras las flores caían al suelo.
Con un gesto del brazo, el trío decidió hacer una corona de flores para Luna.
"¡Eres una reina!" - dijo Tomás mientras le colocaban la corona a Luna.
Y así, entre juegos, risas y un paseo especial, Noa aprendió que cuidar de su mascota era mucho más que solo tenerla.
"Debemos cepillarte, bañarte y llevarte a pasear. ¡Eres parte de nuestra familia!" - murmuró Noa mientras los abrazaba.
Finalmente, el sol comenzó a ponerse, pintando el cielo de colores hermosos.
"Hoy fue una gran aventura. ¿Volvemos a casa, Luna?" - preguntó Noa.
Y con su pelaje brillante y una corona de flores, Luna ladró feliz, como si dijera: "¡Vamos! ¡Hasta pronto, amigos!".
A partir de ese día, Noa prometió cuidar y jugar con Luna todos los días de su vida. Juntas, harían muchas más aventuras, pero siempre recordarían lo más importante: cuidar, respetar y amar a su mascota, que era como una hermana para Noa.
Y así, en ese rincón feliz de la ciudad, Noa y Luna vivieron felices, siempre listas para la próxima aventura.
FIN.