La Aventura de David y el Pequeño Cordero



En una pequeña aldea de pastores, había un joven llamado David. David era un chico soñador y valiente, que pasaba sus días cuidando a las ovejas de su padre. A pesar de ser el más pequeño de sus hermanos, siempre tenía grandes ideas y un corazón lleno de valentía.

Un día, mientras pastoreaba, David vio a un pequeño cordero que se había separado del rebaño. El corderito lloraba, y David sintió que debía ayudarlo.

"¡No te preocupes, pequeño! Voy a encontrarte un camino de vuelta con el resto de la manada", le dijo David al corderito.

David siguió al corderito, que lo guiaba por un sendero desconocido. Sin embargo, pronto se dieron cuenta de que estaban muy lejos de la aldea.

"¿Adónde vamos?", preguntó David, mirando a su alrededor con un poco de temor.

"¡Baaa!", contestó el corderito, como si entendiera la preocupación.

Mientras intentaban regresar, empezaron a escuchar ruidos extraños. Eran unos lobos vagabundos, que se acercaban rápidamente hacia ellos. David sintió un escalofrío, pero recordó que debía ser valiente por el corderito.

"No tengan miedo. ¡Voy a encontrar una manera de protegerte!", dijo David con determinación.

Buscando algo con qué defenderse, encontró un palo grueso en el suelo. Con su corazón latiendo fuerte, se preparó para lo que se avecinaba.

Los lobos se acercaban, salivando y mostrando los colmillos. David levantó el palo y gritó:

"¡Alto ahí! No se atrevan a acercarse a mi amigo!"

Los lobos se detuvieron, sorprendidos por la valentía del chico. Uno de ellos, más audaz, se abalanzó sobre David, pero él movió el palo con fuerza.

"¡Váyanse! No se atrevan a tocar a este corderito", ordenó David. Con ese gesto, hizo retroceder al lobo, logrando que se uniera a su manada, que huyó despavorida.

Después de la pelea, el corderito miró a David con ojos agradecidos.

"¡Baaa!", dijo con alegría, saltando alrededor de él.

"¡Lo logramos! Ahora, volvamos a casa!", exclamó David, sintiéndose como un verdadero héroe.

Poco a poco, encontraron el camino de regreso. Al llegar a la aldea, los demás pastores y aldeanos lo recibieron con aplausos y vítores.

"¡David! ¡Eres un valiente! Nunca habíamos visto algo así!", dijo uno de sus hermanos.

"Solo estaba protegiendo a mi amigo", respondió David modestamente.

Desde aquel día, David no solo se hizo conocido como el cuidador de ovejas, sino también como un valiente defensor de los débiles.

Y así, asistió durante un tiempo al pequeño cordero mientras crecía, sabiendo que, aunque era pequeño y a veces parecía indefenso, podía hacer grandes cosas si tenía valor en su corazón.

David aprendió una valiosa lección sobre la valentía, la amistad y la importancia de cuidar a los demás. Y a partir de ese día, cada vez que miraba al corderito, recordaba que la verdadera fuerza no siempre se mide por el tamaño, sino por la grandeza del corazón.

Y colorín colorado, esta aventura ha terminado.

FIN.

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