La Aventura de David y sus Amigos
Era una mañana soleada en el barrio de Villa del Río. David, un niño curioso y amigable, decidió que era el día perfecto para visitar a su amiga Esther. "¡Vamos, Tomás!", le dijo a su mejor amigo. "Hoy vamos a sorprender a Esther. La última vez que la vimos estaba un poco triste. Necesita un poco de alegría en su vida."
Tomás, siempre listo para nuevas aventuras, asintió entusiasmado. "¡Sí, hagamos algo divertido! ¿Qué te parece llevarle unos bocadillos y jugar en el parque?"
A los pocos minutos, con las mochilas listas y llenas de golosinas y juegos, se dirigieron a la casa de Esther. Al llegar, notaron que la puerta estaba entreabierta. "¡Esther!", gritaron a la vez. Pero no hubo respuesta. Se miraron preocupados.
"Quizás está en su habitación. Vamos a ver", sugirió David. Empujaron suavemente la puerta y se asomaron, pero no había nadie.
"Vamos a buscarla al parque. Allí siempre juega con su perrito, Rocky", dijo Tomás convencido. Así que se pusieron en marcha, sin saber que se avecinaba una pequeña aventura.
Cuando llegaron al parque, se encontraron con un grupo de niños jugando, pero Esther no estaba entre ellos. "¡Mirá! Tal vez Rocky esté por ahí", agregó Tomás, señalando a un pequeño perro que corría entre los arbustos. Pero no era Rocky.
"¿Dónde puede estar?", se preguntó David. De repente, un niño se acercó a ellos. "¿Buscan a Esther? La vi hace un rato en el lago. Estaba tratando de hacer volar unos globos que compró."
"¡Genial! Gracias", dijeron juntos. Corrieron hacia el lago, pensando que, aunque no estaba jugando, quizás estaban a tiempo de ayudarla a divertirse.
Al llegar al lago, encontraron a Esther intentando inflar unos globos. "¡Hola Esther!", exclamó David. "¡Sorpresa! Te trajimos unos bocadillos y queríamos jugar."
Esther levantó la vista y sonrió, aunque lucía un poco frustrada. "¡Hola chicos! Es que estos globos no quieren volar. Intenté hacer un juego de carreras, pero no puedo inflarlos bien."
"No te preocupes, ¡podemos ayudar!", dijo Tomás. Los tres pequeños se sentaron en el césped y empezaron a inflar globos juntos, riendo cada vez que uno se escapaba volando.
"¡Miren!" dijo David, mostrándoles un globo en forma de perro. "No es Rocky, pero también es divertido."
"¡Me encanta!", exclamó Esther, sus ojos brillando de felicidad. En un abrir y cerrar de ojos, los globos estaban listos, y todos los niños en el parque comenzaron a acercarse atraídos por la colorida mirada del grupo.
"Vamos a lanzar los globos al aire como si fueran un espectáculo", propuso Tomás emocionado. "¡Sí!", gritaron todos. Así que juntos, contaron hasta tres y dejaron que los globos volaran hacia el cielo.
La alegría fue increíble. Todos aplaudieron y rieron al ver cómo los globos navegaban en el aire. "¡Esto es genial!", dijo uno de los niños del grupo.
Esther, llena de alegría, abrazó a sus amigos. "Gracias por venir y hacerme sentir mejor. A veces sólo necesito un poco de ayuda para recordar lo divertido que puede ser jugar."
"Siempre estaremos aquí para ti", prometió David. "La amistad es como esos globos, a veces nos elevan y nos ayudan a ver las cosas desde una nueva perspectiva."
Desde ese día, David, Tomás y Esther prometieron hacer más cosas juntos y ayudarse en los días nublados, sabiendo que cada uno tenía un lugar especial en el corazón del otro. Allí, en el parque, descubrieron que la amistad, el apoyo y un poco de diversión pueden iluminar incluso las mañanas más sombrías.
FIN.