La Aventura de Desilachada



En un pequeño pueblo, donde los arbolitos dan sombra y las mariposas juegan al sol, vivía un extraño ser llamado Desilachada. No era como todos los otros de su especie; no era ni nueva ni perfecta. Desilachada tenía hilos sueltos, a veces se veía un poquito descolorida y sus patas eran un poco torcidas. Pero lo que más llamaba la atención de todos era su risa, una risa contagiosa que iluminaba los días grises.

Un día, mientras todos en el pueblo se preparaban para la gran fiesta del color, Desilachada se dio cuenta de que sus hilos estaban aún más deshilachados. Se miró en el espejo de agua del arroyo y pensó:

"No puedo ir así, todos se van a reír de mí."

Así que decidió quedarse en casa y no ir a la fiesta, pensando que nadie la extrañaría. Pero lo que no sabía Desilachada era que sus amigos, Tontín el pato, Reni la rana, y Pinta la mariposa, la estaban esperando con ansias.

"¿Dónde estará Desilachada?", preguntó Tontín.

"No sé, tal vez no quiere venir porque no se siente bonita. ¡Vamos a buscarla!", sugirió Pinta.

"Sí, siempre hace que nuestras aventuras sean especiales", añadió Reni.

Los amigos fueron a buscarla y la encontraron en su casa, sentada en un rincón. Al verlos, Desilachada se sintió un poco triste.

"No creo que deban pasar tiempo conmigo, estoy desilachada y no tengo ganas de reír", dijo con un suspiro.

Los amigos se miraron y decidieron actuar. Tontín dio un paso adelante y dijo:

"Desilachada, lo que más nos gusta de vos no son tus hilos perfectos, ¡sino tu risa y tu espíritu!"

Reni agregó:

"Sí, cuando vos estás, todo se siente más divertido. ¿Por qué no venís con nosotros?"

Y así, poco a poco, lograron convencer a Desilachada. Salieron juntos hacia la fiesta, pero en el camino, un pequeño viento comenzó a soplar. Desilachada, debido a lo deshilachada que estaba, empezó a soltar algunos hilos, que volaron como pequeños globos en el aire.

"¡Miren mis hilos!", exclamó Desilachada, primero con miedo pero luego con sorpresa.

"¡Son hermosos!", gritó Pinta.

"Son como estrellas en el cielo!", añadió Reni.

Desilachada observó cómo sus hilos danzaban y se unían a la fiesta que ya se celebraba en el pueblo. Se dio cuenta que su imperfección la hacía única, y que sus amigos no la querían por cómo lucía exteriormente, sino por lo que ella era como persona. Cuando llegaron a la fiesta, muchos se dieron vuelta para mirarlos y el ambiente se llenó de emoción.

Las luces brillaban, la música sonaba y todo el mundo estaba brindando buenos deseos. Desilachada, sintiéndose más valiente, se prendió en las danzas. Todos la aplaudieron.

"¡Desilachada, eres la estrella de la fiesta!", gritaron todos.

Y así, desde ese día, Desilachada entendió que lo que realmente importa no es la perfección, sino la conexión con los demás, y que nuestras diferencias son siempre nuestras mejores virtudes. Así que no se volvió a quedar en casa,

siempre se unió a las fiestas y aventuras de todos, sabiendo que cada hilo perdido solo hacía que la vida sea más colorida y llena de sorpresas.

Fin.

FIN.

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