La Aventura de Don Plátano y Doña Manzana



En un colorido mercado de frutas, donde los aromas bailaban en el aire y el sol brillaba para todos, vivían dos frutas muy peculiares: Don Plátano, un plátano siempre alegre y optimista, y Doña Manzana, una manzana roja y brillante que a veces era un poco seria pero de buen corazón.

Un buen día, mientras Don Plátano estaba balanceándose en su perchero, decidió que era hora de hacer algo emocionante.

- ¡Doña Manzana! - gritó con entusiasmo. - ¿No crees que deberíamos ir en busca de una aventura?

- ¿Una aventura? - preguntó Doña Manzana con un tono de desconfianza. - ¿Y qué tipo de aventura tienes en mente, Don Plátano?

- ¡Descubrir el mundo más allá del mercado! - respondió él con una sonrisa radiante. - Podríamos encontrar tesoros ocultos... ¡y quizás unos amigos nuevos!

Después de mucho insistir, Doña Manzana aceptó. Juntos decidieron rodar hacia el mundo exterior. Salieron del mercado y se comenzaron a aventurar por los caminos del parque.

Mientras rodaban, se encontraron con un grupo de frutas que parecían tener una fiesta.

- ¡Hola, frutas fiesteras! - saludó Don Plátano, emocionado. - ¿Qué están celebrando?

- ¡La Fiesta de la Fruta! - respondió una Piña con un sombrero divertido. - Todos están invitados a bailar y jugar.

- ¡Eso suena genial! - dijo Doña Manzana, un poco más animada. - ¡Vamos a unirnos!

Los dos amigos se unieron a la fiesta y comenzaron a bailar. Don Plátano hacía piruetas, mientras Doña Manzana trataba de seguir el ritmo, un poco descoordinada pero con mucho entusiasmo. Pero de pronto, algo inesperado sucedió.

Mientras todos bailaban, un grupo de frutas rodantes comenzó a jugar a un juego llamado "Atrapa la Fruta". En este juego, debían evitar que les quiten la etiqueta.

- ¡Eso suena divertido! - exclamó Don Plátano, mientras se lanzaba a participar. - ¡Voy a ganar!

- ¡Espera, Don Plátano! - exclamó Doña Manzana, un poco asustada. - ¡No tomes riesgos!

Pero Don Plátano estaba tan emocionado que ni la escuchó. Corrió por todo el campo, se deslizó entre otras frutas y, de repente, ¡pum! Se cayó al suelo y, para su sorpresa, se rompió... ¡su cáscara!

- ¡Ay, no! - gritó Doña Manzana, aterrorizada.

- ¡¿Qué hice? ! - chilló Don Plátano mientras se veía un poco desarmado. - ¡Mi hermosa cáscara!

- No te preocupes, Don Plátano, estás bien...

Pero no solo eso, al caerse, su interior resultó ser tan brillante y jugoso que todos a su alrededor se quedaron maravillados.

- ¡Guau, nunca había visto un plátano así! - dijo un Kiwi que se acercó.

- ¡Eres una estrella! - exclamó Doña Manzana entre risas.

Entonces, Don Plátano se dio cuenta de que, aunque su cáscara se había dañado, de todas maneras era especial y podía hacer sonreír a otros con su interior brillante.

Así que, juntos, Don Plátano y Doña Manzana decidieron que no importaba si a veces las cosas no salían como esperaban, había oportunidades para ser felices en cualquier situación. Regresaron al mercado, contentos y con el corazón lleno de alegría, sabiendo que las aventuras pueden ser inesperadas y aún así, maravillosas.

FIN.

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