La Aventura de Dulce y Lara
Era un hermoso día en el barrio de Cuentilandia, donde vivían dos grandes amigas: Dulce y Lara. Siempre juntas, compartían risas, juegos y secretos. Sin embargo, un día, la mamá de Dulce anunció que tenían que mudarse a España por un nuevo trabajo.
"No puedo creer que te vayas, Dulce. ¿Qué voy a hacer sin vos?" - dijo Lara con la voz entrecortada.
"Yo tampoco quiero irme, Lara. Pero es algo importante para mi familia. Te prometo que a pesar de la distancia, siempre seremos amigas" - contestó Dulce mientras abrazaba a Lara, intentando consolarla.
Pasaron unos días llenos de preparativos, despedidas y promesas. Finalmente, el día llegó. Dulce se subió al avión con su corazón pesado y la imagen de Lara sonriendo en su memoria.
Al llegar a España, todo era nuevo y diferente. Las calles, la comida y el idioma le parecían toques de un mundo mágico. Pero a pesar de lo emocionante, Dulce extrañaba mucho a Lara. Un día mientras paseaba por el parque, encontró un pequeño diario que había olvidado llevar, donde había escrito historias sobre su amistad con Lara.
"¡Esto es perfecto!" - exclamó Dulce. "Puedo escribirle a Lara y contarle mis aventuras en este nuevo país."
Cada día, Dulce escribía sobre sus experiencias. Contaba cómo había probado churros por primera vez, cómo había visitado la Sagrada Familia y cómo aprendía palabras en español. Al final de cada historia, siempre anotaba lo mucho que extrañaba a Lara.
Mientras tanto, Lara no se quedó atrás. Ella también había encontrado maneras de seguir conectada con Dulce. Decidió hacer un álbum de fotos donde pegaba imágenes de su vida en Cuentilandia, y debajo de cada foto escribía mensajes para Dulce.
Un día, Dulce recibió una carta con el álbum de fotos.
"¡Mirá esto!" - chilló Dulce. Abrió el álbum y se encontró con imágenes de Lara jugando en el parque, su perro corriendo y hasta una foto de su comida favorita: milanesa con puré.
"Esto me hace sentir como si estuviera allí contigo, Lara" - decía mientras las lágrimas brotaban de sus ojos; pero eran lágrimas de felicidad.
Por medio de cartas, álbumes y fotos, las amigas iban contando sus historias y aventuras. La distancia no las separaba, al contrario, las ayudaba a descubrir nuevas maneras de ser creativas y a valorar aún más su amistad.
Un día, Dulce tuvo una idea genial.
"Voy a organizar una video llamada, así podemos vernos de verdad y hablar en vivo" - le propuso a su mamá, quien le ayudó a configurarlo.
La noche del encuentro llegó y ambas chicas estaban muy emocionadas. Cuando se vieron en la pantalla, se llenaron de risas y abrazos virtuales.
"¡No puedo creer lo bien que se ve tu ciudad, Dulce!" - dijo Lara con una enorme sonrisa.
"¿Viste? Y espero que un día vengas a visitarme y yo a vos. Así compartimos nuestras aventuras en persona" - contestó Dulce.
Con cada llamada, las chicas exploraron lugares de sus historias, tradujeron palabras en el otro idioma y hasta compartieron recetas de cocina. Se sentían más unidas que nunca.
Pero un día, la mamá de Lara le dijo que tendrían una fiesta de fin de año en Cuentilandia y que iba a ser especial.
"¡Tengo que invitar a Dulce!" - se exclamó Lara emocionada.
Y así fue. Lara le envió una invitación a Dulce. La familia de Dulce no podía ir a la fiesta, pero Dulce no se desanimó y se planteó un plan.
"Voy a hacerle un video sorpresa a Lara en la fiesta" - dijo a su papá. Juntos grabaron clips de dulces momentos con las mejores anécdotas de su amistad y una canción que habían creado cuando eran pequeñas.
El día de la fiesta fue mágico. Cuando Lara abrió su computadora y vio el video de Dulce, se sintió como si su amiga estuviera allí, justo a su lado. La risa de Dulce resonó en el salón.
"¡Te extrañé tanto, Dulce!" - gritó Lara, disfrutando cada segundo del video.
A medida que pasaron los meses, Dulce y Lara aprendieron que aunque la distancia no era fácil, habían encontrado formas increíbles de mantenerse unidas. Habían crecido en sus propias vidas, explorando nuevos horizontes y, al mismo tiempo, afianzando su amistad aún más.
Así que, a través de cartas, álbumes, videoclip y videollamadas, Dulce y Lara no solo mantuvieron su amistad, sino que también aprendieron a valorarla y a adaptarse a sus nuevas realidades.
Y aunque vivieran en diferentes continentes, siempre se prometieron que cada aventura contada solo sumaría más historias para su gran libro de amistad.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.