La Aventura de Estelo en Buenos Aires



Había una vez, en una ciudad llena de vida llamada Buenos Aires, un gato negro muy juguetón llamado Estelo. Estelo tenía un hermoso pelaje negro como la noche y unos ojos amarillos que brillaban como dos faros. Su dueña, una niña llamada Sofía, lo había adoptado cuando era muy pequeño, y desde ese entonces, eran inseparables. Estelo se pasaba el día acurrucado en la cama de Sofía, jugando con ovillos de lana y correteando por la casa.

Pero un buen día, Sofía tuvo que mudarse a una nueva casa en el centro de la ciudad. Estelo, emocionado por su nueva aventura, saltó del coche cuando llegaron y salió corriendo por las calles de Buenos Aires.

"¡Estelo! ¡Vuelve!" - gritó Sofía mientras corría detrás de su querido gato. Sin embargo, Estelo estaba demasiado emocionado por descubrir su nuevo hogar.

Mientras Sofía buscaba a su gato, Estelo se aventuró en los vibrantes rincones de la ciudad. Pasó por cafés llenos de gente, mercados bulliciosos y hermosos parques donde los niños jugaban. Todo era tan nuevo y emocionante para él.

En su paseo, Estelo se encontró con un grupo de gatos callejeros.

"Hola, pequeño, ¿te gustaría unirte a nosotros?" - le preguntó una gata de pelaje atigrado llamada Luna.

"¡Claro! Estoy explorando la ciudad. ¿Qué hacen ustedes?" - respondió Estelo, intrigado.

Luna y sus amigos contaron a Estelo sobre las maravillas de la ciudad, desde el Rosedal de Palermo hasta la Casa Rosada. Pero mientras disfrutaba de la compañía, Estelo empezó a extrañar a Sofía.

"Me encantaría mostrarle a Sofía todo lo que he descubierto. La extraño mucho" - dijo Estelo con un tono melancólico.

Los gatos callejeros lo miraron con simpatía y Luna le dijo:

"Entiendo, amigo. La amistad es muy importante. Te ayudaremos a encontrar el camino de regreso a casa."

Con la guía de sus nuevos amigos, Estelo se embarcó en una misión. Juntos idearon un plan: seguir el rastro de su aroma y recordar los lugares donde Sofía solía llevarlo. Saltaron sobre azoteas, se deslizaron por callejones y, por fin, llegaron a la puerta de su casa.

Pero, para su sorpresa, Sofía no estaba allí. De hecho, ella estaba buscando a Estelo en el parque donde solían jugar juntos. Estelo se puso muy nervioso, pero Luna le dijo:

"No te preocupes, vamos a encontrarla. Confía en nosotros."

Así que, con la ayuda de los gatos callejeros, Estelo tomó un pequeño atajo. Al llegar al parque, vio a Sofía sentada en un banco, mirando triste hacia el suelo.

"¡Sofía!" - maulló Estelo, corriendo hacia ella.

Sofía levantó la vista y, al ver a su amado gato de vuelta, sus ojos brillaron de alegría.

"¡Estelo! ¡Te encontré!" - exclamó mientras se arrodillaba y lo abrazaba.

Estelo ronroneó de felicidad. Sofía estaba de nuevo con él, y aunque había conocido nuevos amigos y explorado su ciudad, no había nada que pudiera reemplazar su hogar.

Desde entonces, cada vez que Sofía cerraba los ojos para soñar, sabía que Estelo siempre regresaría a su lado, listo para comenzar nuevas aventuras juntos.

FIN.

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