La Aventura de Iguanita
Había una vez en un espeso y colorido bosque, una pequeña iguana llamada Iguanita. Iguanita era de un verde brillante y tenía unos ojos grandes y curiosos. Un día, mientras exploraba, notó que su papá, Don Iguanón, no estaba a su lado.
"Ay, papá, ¿dónde te has ido?" - gritó Iguanita calando el aire.
Iguanita miró a su alrededor, pero solo había árboles altos y hojas que susurraban con el viento. Ella se sentía muy solitaria y decidió que debía encontrar a su papá, así que comenzó su aventura.
Primero se dirigió a la orilla del río donde había visto a Don Iguanón tomar el sol.
"¿Has visto a mi papá?" - preguntó a una rana que descansaba en una piedra.
"No, pequeña iguana, pero si quieres ayuda, ¡pregunta a la tortuga!" - respondió la rana.
Iguanita agradeció a la rana y fue a buscar a la tortuga, que siempre conocía todos los secretos del bosque. Cuando llegó, la tortuga estaba estirando sus patas en el borde del agua.
"Tortuga, estoy buscando a mi papá, ¿puedes ayudarme?" - pidió Iguanita con esperanza.
"Claro, pero primero cuéntame cómo es tu papá" - contestó la tortuga.
Iguanita se puso a pensar.
"Es grande y de color verde más oscuro que yo. Siempre tiene una sonrisa y me cuenta historias de nuestros antepasados iguanas. Pero ahora no sé dónde está..."
La tortuga frunció el ceño, pensativa.
"Creo que podría estar en la Gran Roca, donde va a descansar. " - dijo.
Iguanita, con energías renovadas, le dio las gracias a la tortuga y salió corriendo. Pero antes de que pudiera llegar a la Gran Roca, se encontró con un grupo de mariposas.
"¿Han visto a mi papá?" - preguntó, preocupada.
"Claro que sí, lo vimos hace un rato en dirección al Jardín de las Flores" - dijeron las mariposas.
Iguanita decidió ir al Jardín de las Flores. Había tanto aroma y colores vibrantes, que le costó un poco concentrarse en su búsqueda. Ella exploró cada rincón, preguntó a cada flor, pero no había rastro de su papá.
"Quizás debería volver a la tortuga y preguntar de nuevo" - pensó Iguanita, un poco desanimada.
Pero justo cuando estaba a punto de irse, escuchó una voz familiar.
"Iguanita, ¡Iguanita!" - llamaba la voz.
Era su papá, Don Iguanón, que aparecía del otro lado de un arbusto. Iguanita corrió hacia él con todas sus fuerzas.
"¡Papá! No sabía dónde estabas" - exclamó, abrazándolo con cariño.
Don Iguanón sonrió y le acarició la cabeza.
"Lo siento, pequeña, pero me perdí mientras buscaba unas frutas deliciosas. No quise preocuparme, pero tú no estás sola en este bosque, ¡tienes a tus amigos para ayudarte!"
Iguanita miró a su alrededor y vio a la rana, a la tortuga y a las mariposas, quienes la habían acompañado en la aventura.
"Tienes razón, papá. ¡Hice nuevos amigos y aprendí que a veces, cuando no encontramos lo que buscamos, hay otras formas de resolverlo!"
Don Iguanón sonrió con orgullo.
"Eso es, mi querida hija. A veces, la ayuda viene de los lugares menos esperados. ¡Y es importante pedir ayuda cuando la necesitamos!"
Desde entonces, Iguanita no solo disfrutó de pasar tiempo con su papá, sino que también se convirtió en la mejor amiga de los habitantes del bosque. Juntos, vivieron muchas más aventuras y siempre se recordaban la importancia de la amistad y la ayuda mutua.
Y así, la pequeña iguana aprendió una valiosa lección, que en la vida, a veces, el camino más largo puede ser el que te lleva a los mejores tesoros: amigos y amor.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.