La Aventura de Isu, Tachi y Chamani
En un hermoso pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivían tres amigos: Isu, una niña valiente con ojos llenos de curiosidad; Tachi, un niño risueño siempre listo para reír; y Chamani, un niño sabio y observador que siempre encontraba soluciones a los problemas. Un día, mientras jugaban a la orilla de un brillante río, un viejo árbol que se encontraba en la orilla les susurró al oído.
"- ¡Niños! ¡Esta es la oportunidad perfecta para una gran aventura!" dijo el árbol, moviéndose suavemente con el viento.
"- ¿Una aventura? ¿Dónde?" preguntó Isu emocionada.
"- Atravesando el río, hay una isla misteriosa llena de secretos. ¡Tengo que ver eso!" gritó Tachi saltando de alegría.
"- Podemos ir juntos, pero debemos ser cuidadosos", advirtió Chamani.
Así que, con una sonrisa en sus rostros, se lanzaron a la aventura. Se subieron a una pequeña balsa hecha de troncos y comenzaron a remar. El agua clara del río les mostraba los colores brillantes de los peces y las plantas acuáticas.
"- ¡Miren esos peces!" exclamó Isu, señalando a los saltarines que jugaban en el agua.
"- ¡Como si estuvieran bailando para nosotros!" rió Tachi, moviendo sus brazos como si intentara imitar a los peces.
De repente, la balsa comenzó a tambalearse. Un fuerte viento la hizo balancear de un lado a otro.
"- ¡Agárrense fuerte!" gritó Chamani, justo antes de que la balsa chocara contra una roca.
"¡Ay!" gritó Isu, perdiendo el equilibrio pero logrando agarrar la mano de Tachi justo a tiempo.
"- No puedo dejarte caer, Isu!" dijo Tachi, tirando de ella hacia él.
Con un gran esfuerzo, se estabilizaron. Pero su balsa se había dañado y no podían continuar como antes. Miraron la orilla a lo lejos, pero el camino de regreso era complicado.
"- ¿Y ahora qué hacemos?" preguntó Isu preocupada.
"- ¡Podemos construir una nueva balsa!" sugirió Tachi, sus ojos brillando de emoción.
"- Sí, pero necesitamos más troncos y cuerdas", agregó Chamani.
Los tres amigos comenzaron a buscar materiales a su alrededor. Trabajaron juntos, cortando ramas y uniendo troncos. Tachi se encargaba de encontrar los mejores troncos; Isu se las ingenió para hacer las ataduras y Chamani dirigía el trabajo, asegurándose que todo estuviera en orden.
Después de un rato, lograron construir una nueva balsa más fuerte. Pero antes de embarcarse, se sentaron un momento en la orilla, cansados pero felices.
"- ¿Vieron cómo logramos construir la balsa juntos?" preguntó Chamani.
"- Sí, fue genial!" respondió Isu, sonriendo.
"- ¡Y ni hablamos de cómo me salvaste!" añadió Tachi, riendo.
Entonces, continuaron navegando. Al llegar a la isla, se encontraron con un lugar mágico, lleno de árboles gigantes y flores de todos los colores.
"- ¡Este lugar es increíble!" exclamó Isu, corriendo hacia un árbol con hojas doradas.
"- ¡Miren eso!" dijo Tachi, apuntando a una cueva. "¿Vamos a investigar?"
"- Sí, pero debemos tener cuidado", aconsejó Chamani.
Entraron a la cueva y, para su sorpresa, encontraron antiguos dibujos en las paredes: imágenes de amigos ayudándose mutuamente. Se sintieron conectados a un pasado que no conocían.
"- ¡Eso es un recordatorio de que la amistad es lo más importante!" dijo Chamani.
De pronto, un eco resonó dentro de la cueva. "- ¡Los amigos son como el agua, se mueven, se adaptan y nunca dejan de fluir juntos!"
Isu, Tachi y Chamani miraron a su alrededor asombrados. Esa era la voz del río, recordándoles lo valioso que era su lazo de amistad.
"- ¿Vamos a quedarnos aquí para siempre?" preguntó Tachi, aunque sabía que tenían que regresar.
"- No, pero llevaremos este momento en nuestros corazones y regresaremos a hacer más aventuras juntos," sonrió Isu.
"- Siempre seremos amigos" prometió Chamani.
Al regresar a casa, al caer la tarde y con el cielo pintado de naranja, se sintieron más unidos que nunca. Desde entonces, cada vez que miraban el río, recordaban su aventura y cómo, gracias a su amistad, habían superado cada obstáculo juntos.
Así, Isu, Tachi y Chamani aprendieron que la verdadera amistad no solo se trata de compartir momentos divertidos, sino también de apoyarse en las dificultades y crecer juntos, como el agua que corre en el río.
Y así, hicieron un pacto: cada aventura que vivieran, la enfrentarían unidos.
Y así, el árbol los miraba con satisfacción, sabiendo que la amistad era el verdadero tesoro que habían encontrado en su aventura.
FIN.