La Aventura de Iván y la Ruta Perdida



En un pequeño pueblo rodeado de montañas y ríos cristalinos, vivía un niño llamado Iván. Iván era un niño curioso y soñador que adoraba explorar la naturaleza. Cada tarde, después de la escuela, se aventuraba a los bosques para descubrir nuevos caminos y misterios.

Un día, Iván decidió adentrarse más que nunca en la espesura del bosque. Mientras caminaba, escuchó el canto de un pájaro que le pareció muy especial. "¿De dónde vendrá ese canto tan hermoso?"- se preguntó. Siguiendo el sonido, se topó con un claro lleno de flores de todos los colores.

En el centro del claro, encontró a una anciana que parecía estar esperando a alguien. "Hola, pequeño soñador. Soy doña Florinda, la guardiana de este bosque. He visto cómo cuidas y respetas la naturaleza, y por eso te guiaré en tu búsqueda de la ruta perdida"- dijo con una sonrisa.

Iván, emocionado, le preguntó: "¿Qué es esa ruta perdida?"

Doña Florinda explicó: "Es un camino antiguo que conecta nuestro pueblo con otros lugares mágicos, pero ha sido olvidado por muchos años. Aquel que logre hallarlo encontrará no solo bellos paisajes, sino también mucha sabiduría. ¿Te gustaría intentarlo?"

"¡Sí!"- exclamó Iván sin dudar.

"Perfecto. Pero ten cuidado, hay obstáculos en el camino y no todos están dispuestos a ayudarnos. Debes ser valiente y astuto"- advirtió la anciana.

Con esa advertencia en mente, Iván comenzó su aventura con un mapa que doña Florinda le regaló. Al poco tiempo, se encontró con un río caudaloso. "¿Cómo cruzaré esto?"- murmuró. Al mirar a su alrededor, vio que varias piedras asomaban hacia el agua. "¡Puedo saltar!"- pensó, y con mucho cuidado, decidió atravesar el río brincando de piedra en piedra.

Una vez del otro lado, Iván se encontró con una ardilla muy inquieta que lo miraba de reojo. "¿Qué haces en este lado del bosque? Aquí no es seguro"- le dijo la ardilla nerviosamente.

"Voy en busca de la ruta perdida. ¿Quieres ayudarme?"- preguntó Iván.

La ardilla, que se llamaba Chispa, decidió unirse a la aventura. "Soy buena para escalar y puedo encontrar los mejores atajos. Vamos juntos!"-

Los dos nuevos amigos continuaron su búsqueda, enfrentándose a pruebas sorprendentes. Cuando llegó la noche, decidieron hacer una pausa junto a una fogata. "Cuenta historias, Iván"- le pidió Chispa.

Iván recordó las historias que su abuelo le había contado sobre valientes exploradores y mágicas rutas. "Dicen que la verdadera aventura no solo está en el destino, sino en todo lo que aprendemos en el camino"- murmuró.

Al día siguiente, al amanecer, decidieron avanzar y de repente se encontraron frente a una gran montaña. Pero antes de comenzar a escalar, escucharon un lamento. "¡Ayuda! ¡Estoy atrapado!"- gritó una voz a lo lejos. Iván y Chispa se miraron y decidieron investigar.

Al acercarse, encontraron a un pequeño oso que había caído en una trampa. "¡No te preocupes, te ayudaremos!"- gritaron. Juntos, usaron las piedras y ramas para liberar al oso, quien se presentó como Bruno. "¡Gracias! No sé qué hubiera hecho sin ustedes"- dijo agradecido.

"Nos encantaría que vinieras con nosotros a buscar la ruta perdida"- propuso Iván. Bruno, contento, aceptó la oferta. Así que juntos, los tres amigos continuaron la travesía.

Después de varios días de aventuras y aprendizajes, finalmente llegaron a una gran encrucijada donde el mapa de doña Florinda indicaba que debería estar la ruta perdida. Sin embargo, en lugar de una senda, se encontraron frente a tres caminos: uno oscuro y sinuoso, otro lleno de flores y un tercero cuyo final no lograban ver.

Iván se sintió confundido. "¿Cómo elegimos el camino correcto?"- preguntó. Chispa sugirió: "Sigamos nuestro instinto, ¿no?"- y Bruno agregó: "Escuchamos mucho, quizás debamos escuchar a nuestro corazón"-.

Decididos a seguir el camino florecido, los amigos avanzaron juntos, sintiendo que la naturaleza les sonreía. Al final de esa senda, se encontraron con un magnífico paisaje que jamás habían visto: eran campos de flores brillantes que parecían cantar al viento.

"¡Lo logramos!"- gritó Iván, danzando entre las flores. En ese instante, comprendieron que la ruta perdida no solo era un camino físico, sino también un viaje de amistad y aventura. Habían creado una increíble historia en el camino, llena de valentía, ayuda y aprendizaje.

Los tres amigos regresaron al pueblo, llevando consigo nuevas historias que contar y un lazo inquebrantable. A partir de ese día, Iván, Chispa y Bruno se convirtieron en los mejores exploradores del bosque, inseparables y siempre listos para nuevas aventuras.

FIN.

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