La Aventura de Jaz, Rebe y Koa



Era un día soleado en la ciudad de Buenos Aires, y Jaz y Rebe estaban muy emocionadas porque habían planificado su visita al zoológico. El aroma de las palomitas de maíz y el sonido de los risas de otros niños les llenaban el corazón de alegría mientras caminaban por los senderos del zoológico.

—¡Mirá, Rebe! —exclamó Jaz, señalando el mapa—. ¡Vamos a ver a los koalas!

—¡Sí, sí! —respondió Rebe con una sonrisa—. Siempre he soñado con conocer a uno.

Cruzaron de un lado al otro del zoológico, disfrutando de los leones, las jirafas y los flamencos. Pero, en cuanto llegaron a la parte donde estaban los koalas, sus ojos se iluminaron al ver a un pequeño koala que parecía más tierno que nunca. Estaba acurrucado en una rama, con su suave pelaje gris y grandes ojos soñolientos.

—¡Mirá qué lindo! —dijo Rebe con un tono de voz lleno de ternura—. Se llama Koa, ¡y es el más hermoso de todos!

—¿Podemos adoptarlo? —preguntó Jaz, con la mirada llena de ilusión.

—Sería genial, pero... —Rebe dudó—. No sé si se puede adoptar un koala.

Mientras las dos amigas pensaban, un zookeeper se acercó. Era un hombre amable con una gorra verde que decía "Cuida a los animales".

—Hola, chicas. ¿Cómo están? —saludó el hombre.

—¡Hola! —Respondieron a coro—. ¿Cómo se llama este koala?

—Se llama Koa —confirmó el zookeeper—. Es muy juguetón y le encanta que le hagan cariño. Pero, lamentablemente, no se puede adoptar a un koala. Son animales salvajes y necesitan vivir en su hábitat natural. Sin embargo, pueden aprender a cuidarlos de otras maneras.

—¿Cómo? —preguntó Jaz, con curiosidad.

—Pueden ayudar a proteger el medio ambiente y apoyar a organizaciones que se ocupan de los koalas. Por ejemplo, difundiendo la importancia de los árboles. Cada árbol que cuidamos es un hogar para Koa y sus amigos.

Rebe y Jaz se miraron, emocionadas ante la nueva idea.

—Podemos hacer una campaña en la escuela —dijo Rebe con entusiasmo—. Podríamos hacer carteles y hablar sobre cómo cuidar a los árboles y el medio ambiente.

—¡Me encanta la idea! —respondió Jaz—. Koa será nuestro mascotita, aunque no podamos llevarlo a casa.

Entonces decidieron que de inmediato se encargarían de hacer un proyecto en su escuela para proteger el ambiente y ayudar a los koalas. Regresaron al zoológico con una nueva misión y muchas ideas.

Pasaron el resto del día explorando y aprendiendo sobre otros animales, pero Koa ocupaba un lugar especial en sus corazones. Al final, antes de salir, se despidieron del pequeño koala.

—Te prometemos que cuidaremos de tus árboles —dijo Rebe—. ¡Hasta pronto, Koa!

El koala les devolvió la mirada, como si entendiera y apreciara su promesa.

De regreso en sus casas, Jaz y Rebe comenzaron a planear su proyecto. Hicieron carteles coloridos, y en la escuela, invitaron a sus compañeros a unirse. Organizaron una semana de actividades en la que cada uno cuidaba un árbol y aprendía sobre la importancia de cuidar el medio ambiente.

Los días pasaron, y pronto su iniciativa se hizo muy popular en la escuela. Incluso incluyeron una pequeña presentación sobre Koa y cómo todos podían ayudar a proteger a los koalas y sus hogares.

El entusiasmo creció, no solo en su escuela, sino en toda la comunidad. Los padres de sus compañeros se sumaron a la causa, fomentando un sentimiento de unidad y responsabilidad.

Al cabo de un par de meses, la comunidad organizó una gran plantación de árboles en un parque local. El día del evento, cada niño plantó un árbol en honor a Koa y sus amigos.

—¡Mirá, Jaz! —dijo Rebe emocionada—. ¡Estamos haciendo algo grande por Koa!

—Sí —respondió Jaz—. Y lo mejor es que todos están aprendiendo lo importante que es cuidar el medio ambiente.

Desde aquel día, la vida de Jaz y Rebe cambió. Ellas no solo se convirtieron en defensoras de los koalas, sino que inspiraron a muchos a cuidar su entorno. De aquel día soleado en el zoológico, Koa demostró que incluso un pequeño koala puede hacer una gran diferencia. Entonces, cada vez que veían un árbol, recordaban que cada uno de ellos era un hogar para alguien y que debían cuidarlos con todo su amor.

Y así, Jaz y Rebe aprendieron que la amistad no solo se encuentra en adoptar a un animal, sino en cuidar y proteger a todas las criaturas del mundo, incluso desde lejos.

—¡Hasta la próxima, Koa! —gritaron al unísono mientras se alejaban, sabiendo que Koa siempre sería parte de su historia.

FIN.

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