La Aventura de Jose Angel en la Plaza



Era una tarde de invierno en Tuxtla Gutiérrez, Chiapas. El sol brillaba tímidamente entre las nubes, mientras Jose Angel, un niño lleno de energía y alegría, decidió salir con sus amigos a la plaza. "¡Vamos, chicos! Estoy emocionado por lo que nos espera hoy!"- les dijo, saltando de la emoción.

Al llegar a la plaza, el aire fresco hizo que sus risas resonaran aún más. "Primero, ¡un frappe!"- propuso María, una amiga de Jose Angel, mientras señalaba la cafetería que se encontraba a un costado. Los chicos asintieron con entusiasmo.

Pidieron tres frappes: uno de oreo, otro de mocha capuccino y uno más de fresa. Cuando llegaron las bebidas, cada uno tomó su vaso y alzaron el brindis.

"¡Por la diversión!"- exclamó Antonio, mientras todos sonreían y chocaban sus vasos.

Mientras disfrutaban de sus deliciosos frappes, comenzaron a contar historias graciosas. "Una vez, mi perro se comió mis deberes de matemáticas"-, dijo Jose Angel entre risas. "¿Y qué hiciste?"- preguntó María, con ojos abiertos de sorpresa.

"Dije que un "perro me lo comió" y me creyeron, pero no aprendí nada"- confesó, riendo de su propia travesura.

Después de la merienda, decidieron explorar la plaza. "Miren, ¡hay un show de marionetas!"- señaló Antonella. Así que corrieron hacia el espectáculo.

A medida que el telón se levantaba, los chicos se sentaron en el suelo, embelesados por las coloridas marionetas y las historias divertidas que contaban. Sin embargo, algo inesperado ocurrió: entre los personajes de la función, apareció un pequeño ratón de peluche que se cayó del escenario, justo en donde ellos estaban sentados.

"¡Pobrecito!"- dijo Jose Angel. "Deberíamos recogerlo y devolvérselo al titiritero"-.

"Sí, ¡no puede quedarse aquí solo!"- dijo María con determinación.

Con gran cuidado, Jose Angel se acercó y levantó al ratón de peluche. En ese momento, el titiritero lo vio y sonrió. "¡Gracias, valientes! Este es Miguelito, el personaje más querido de la obra. ¿Quieren ayudarme a devolverlo al escenario?"-.

Los ojos de los niños brillaron de emoción. "¡Sí!"- exclamaron al unísono. Al llegar al escenario, el titiritero les pidió que lo colocaran entre los demás personajes mientras la audiencia aplaudía.

Luego del espectáculo, el titiritero les ofreció algo a cambio. "Podrían sacarse una foto con los personajes si quieren, como agradecimiento por su ayuda"-.

"¡Sí, por favor!"- gritaron los niños, quienes se acomodaron para la foto, sonriendo y haciendo muecas junto a las marionetas.

La tarde terminó con un gran giro: recibieron un pequeño libro de cuentos del titiritero como recuerdo. "Puede que no lo sepamos, pero, cuando ayudamos a otros, recibimos más de lo que damos"-, reflexionó Jose Angel mientras hojeaban el libro en la plaza.

"Sí, además de las risas y la diversión, aprendimos a ser amables y solidarios"-, continuó María.

"Y, ¡mira cuántas fotos chidas tenemos!"- celebró Antonella.

Así, con el corazón lleno de alegría y un libro de cuentos en mano, Jose Angel y sus amigos se despidieron de la plaza, sabiendo que esa tarde de invierno quedó grabada en sus memorias como el día de la amistad y la ayuda desinteresada.

FIN.

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