La Aventura de José Fede y Mamá Mari en la Playa



José Fede y su amiga Crios, ambos de 5 años, estaban ansiosos por llegar a la playa. Era un hermoso día soleado, perfecto para jugar en la arena y chapotear en el mar.

"¡Mamá Mari, apurate!" - gritó Crios, mientras saltaba de un pie a otro.

"Ya voy, ya voy!" - respondió Mamá Mari, asegurándose de tener todo lo necesario para un día divertido en la playa.

Cuando finalmente llegaron, los niños corrieron hacia la orilla, dejando atrás sus toallas y juguetes en la arena.

"Mirá, José Fede, ¡las olas!" - exclamó Crios emocionada.

"¡Voy a saltar!" - dijo José Fede, alzando los brazos.

Los dos amigos comenzaron a correr hacia las olas, desafiando sus límites y fibrosos cuerpos a saltar sobre el agua. Sin embargo, después de unos minutos de tanta diversión, se distrajeron al ver un grupo de niños construyendo un impresionante castillo de arena.

"¡Vamos a ayudar a hacer un castillo!" - sugirió Crios.

"Sí, vamos!" - respondió José Fede, olvidando por completo las advertencias de Mamá Mari de no alejarse de su manta.

Cuando se acercaron, empezaron a jugar y a escarbar en la arena. Se olvidaron del tiempo y de repente, no sabían cómo volver a donde estaba Mamá Mari.

"¿Dónde está mamá?" - preguntó Crios, algo asustada.

"¡No tengo idea! Vamos a buscarla!" - dijo José Fede, aunque se sentía un poco perdido también.

Ambos comenzaron a caminar, pero se sentían cada vez más lejos. Al mirar hacia atrás, los castillos y otros niños se desvanecían y pronto estaban rodeados de un océano azul y brillante.

Mamá Mari, al darse cuenta de que sus traviesos pequeños habían desaparecido, corrió buscando por la playa. El corazón le palpitaba rápido, pero sabía que debía mantener la calma para no alarmarse.

"¡José Fede! ¡Crios!" - llamó a gritos.

Finalmente, después de algunos minutos, los niños se dieron cuenta de que debían regresar.

"Creo que deberíamos volver, José Fede. Mamá se debe estar preocupando" - dijo Crios.

"¡Tenés razón!" - respondió él rápidamente, pero al darse la vuelta, se encontraron con Mamá Mari.

"¡Qué susto me dieron!" - dijo Mamá Mari, abrazándolos fuertemente.

"Lo sentimos, mamá. No quisimos preocuparte, estábamos ayudando a hacer un castillo" - explicó José Fede.

"Sí, y no nos dimos cuenta del tiempo..." - agregó Crios, mirando al suelo.

Mamá Mari los miró y respiró hondo.

"Está bien, pero deben prometerme que siempre estarán cerca y que nunca van a apartarse de mí, ¿sí?" - les dijo con cariño.

"Sí, lo prometemos, mamá" - respondieron al unísono.

Después de ese pequeño susto, volvieron a la manta. Con todo resuelto, los tres juntos fueron a buscar materiales para construir un castillo de arena.

"Y, ¿cómo lo hacemos?" - preguntó José Fede.

"Primero necesitamos un buen balde y agua," - dijo Crios.

Las risas y la creatividad fluyeron mientras trabajaban juntos. Con cada cubo que llenaban, también llenaban su día de alegría y aprendizaje. Aprendieron la importancia de trabajar en equipo y escucharse entre ellos.

Al final del día, cuando el sol comenzaba a ponerse, el castillo se veía impresionante, pero más impresionante era el amor y la alegría que habían compartido.

"Mirá lo que hicimos, mamá!" - exclamó Crios con la boca llena de arena.

"Es el mejor castillo de todos, gracias a ustedes!" - dijo Mamá Mari, abrazándolos.

"Y también lo hicimos sin alejarnos de ti!" - agregó José Fede.

"¡Sí! ¡Prometemos no alejarnos nunca más!" - replicaron los niños.

Mamá Mari sonrió, satisfecha, y así, disfrutaron del resto del día, juntos y felices, jugando en el mar mientras el sol se escondía, sabiendo que la aventura de hoy les había enseñado una valiosa lección: siempre estar cerca de quienes amamos y cuidarnos entre nosotros.

Y así, José Fede, Crios y Mamá Mari vivieron una tarde inolvidable y llena de risas en la playa, aprendiendo la importancia de la atención y del amor familiar.

FIN.

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