La Aventura de Josué de Casa al Colegio



Había una vez un niño llamado Josué, que vivía en un pequeño barrio lleno de colores y risas. Cada mañana, Josué se despertaba temprano, listo para salir a la aventura. Su día empezaba con el dulce aroma de las tostadas que su mamá hacía.

"¡Buenos días, Josué!", le decía su mamá, mientras le ponía mermelada a la tostada.

"¡Buenos días, mamá!", responía Josué, con una sonrisa en su rostro.

Después de desayunar, Josué agarraba su mochila, que siempre estaba llena de libros, cuadernos y un bocadillo para el recreo. Miraba por la ventana y veía a sus amigos jugando en la vereda. Era hora de ir al colegio.

Una vez que salió de casa, Josué se encontraba con su amigo Lucas, que lo estaba esperando debajo de un árbol.

"¡Hola, Josué! ¡Vamos juntos!", lo llamó Lucas.

"¡Sí, vamos!", respondió Josué emocionado.

Mientras caminaban, comenzaron a hablar sobre lo que harían en la escuela.

"¿Crees que hoy nos darán un nuevo experimento en ciencias?", preguntó Lucas, saltando de entusiasmo.

"¡Espero que sí! Me encanta la ciencia", dijo Josué.

A medida que avanzaban, vieron a una señora mayor que intentaba cruzar la calle con sus bolsas de compras. Josué no lo dudó.

"¡Mirá, Lucas! Debemos ayudarla", dijo Josué, comenzando a acercarse.

"¡Sí!", respondió Lucas, y juntos fueron a ofrecer su ayuda.

"¡Gracias, jóvenes! Son muy amables", dijo la señora, mientras cruzaban la calle juntos.

"¡De nada! », contestó Josué, sintiéndose orgulloso de haberla ayudado.

Cuando llegaron al colegio, Josué y Lucas se encontraron con sus otros amigos, Sofía y Tomás.

"¡Hola, chicos! ¡Miren lo que vi en el camino!", exclamó Sofía, mostrando una piedra brillante que había encontrado.

"¡Guau! ¡Es hermosa!", dijo Josué, mirando la piedra con asombro.

La mañana estuvo llena de actividades: jugaron en la plaza del colegio, tuvieron clases de arte donde pintaron cuadros coloridos, y la tan esperada clase de ciencias donde hicieron experimentos con globos y agua.

Al fin del día, mientras regresaban a casa, Josué pensaba en todo lo que había aprendido. Pero de repente, un niño mayor llamado Martín, que solía ser un poco molesto, apareció en el camino, bloqueando el paso.

"¿Qué hacen ustedes, chicos?", preguntó con un tono burlón.

"Vamos a casa, ¿y vos?", respondió Josué, tratando de no dejarse intimidar.

"No sé si deberían pasar por aquí... tal vez deberían hacer algo divertido en lugar de irse ya", dijo Martín con una sonrisa desafiante.

Josué sintió un nudo en el estómago, pero decidió que no iba a dejar que eso lo detuviera.

"¡Nosotros siempre hacemos algo divertido! Paso por la casa de Sofía y jugamos a las escondidas. Ahora, si no te importa, tenemos que irnos", dijo Josué con confianza.

"¿Ah, sí? No me interesa eso. Pero bueno, vayan, no quiero armar problemas", dijo Martín, moviéndose a un lado.

Al pasar, Lucas le susurró a Josué:

"¡Sos un genio! No te dejaste intimidar muy fácilmente".

"Gracias, Lucas. A veces lo mejor es simplemente ser uno mismo", dijo Josué, sintiéndose cada vez más fuerte.

Finalmente, Josué llegó a casa, donde su mamá lo estaba esperando.

"¡Hola, campeón! ¿Cómo fue tu día?", preguntó ella.

"Fue increíble, mamá! Aprendí muchas cosas y también ayudamos a una señora a cruzar la calle", contó Josué entusiasmado.

Ese día, mientras Josué se preparaba para dormir, pensó en lo importante que era ayudar a los demás y tener confianza en uno mismo.

Así transformó un simple día en una aventura llena de aprendizaje, amistad y valentía. Al final, recordó que cada nuevo día era una oportunidad para ser mejor, aprender y ¡hacer del mundo un lugar mejor! La próxima vez que saliera de casa, estaría listo para la aventura que su día le ofreciera.

FIN.

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