La Aventura de Juanito y María
Era un día soleado en Buenos Aires y Juanito y María estaban muy emocionados. Su mamá les había dicho que no salieran de casa porque había muchas cosas que hacer, pero ellos tenían otros planes. Estaban decididos a explorar el mundo fuera de su hogar.
"María, ¿te acordás de lo que nos dijo mamá?" - dijo Juanito mientras ataba sus zapatillas.
"Sí, pero ¿por qué no podemos salir un ratito? Solo un rato, y después volvemos para ayudarla. ¡Vamos!" - respondió María entusiasmada.
Así fue como Juanito y María, llenos de energía y curiosidad, decidieron dejar la casa atrás y aventurarse en la ciudad. Al principio todo parecía perfecto; corrieron por las calles, saludaron a las señoras que vendían empanadas y se maravillaron con los autos que pasaban.
Sin embargo, tras un par de horas explorando, se dieron cuenta de que habían estado demasiado lejos de casa y no sabían cómo regresar.
"Juanito, creo que nos hemos perdido" - dijo María, comenzando a preocuparse.
"No puede ser, solo debemos recordar el camino" - contestó él, aunque en el fondo también estaba asustado.
Miraron a su alrededor y no había familiaridad en las calles. Todo era un revuelo de personas, ruidos y colores. Decidieron preguntar a un señor que estaba en una esquina.
"Disculpe, señor, ¿puede ayudarnos?" - preguntó Juanito.
"Claro, chicos. ¿A dónde quieren ir?" - respondió el hombre mientras tomaba un helado.
"Queremos volver a casa!" - dijeron los dos al unísono.
El señor les sonrió y les explicó cómo regresar. Pero mientras caminaban, María vio algo que le llamó la atención.
"Mirá, Juanito, ¡hay un parque!" - gritó.
"María, ya tenemos que volver, no podemos gastar más tiempo" - insistió él.
"Vamos un ratito, por favor, después seguimos el camino a casa."
Juanito dudó, pero al final, la curiosidad los llevó al parque. Allí, jugaron en los juegos y rieron hasta que cayó la tarde.
Al darse cuenta de la hora, la alegría se transformó en preocupación.
"Juanito, ya es tarde y no sabemos cómo volver! ¿Qué vamos a hacer?" - dijo María, comenzando a sentir un nudo en el estómago.
"Vamos a buscar a un adulto y pedir ayuda" - contestó él, tratando de calmarse.
Caminaron por el parque buscando a alguien que pudiera guiarlos. Encontraron a una mujer mayor con una mochila. Tímidamente, se acercaron.
"Disculpe, señora, estamos perdidos y queremos regresar a casa" - explicó Juanito.
"Oh, pobrecitos. No se preocupen, yo los ayudo. Me llamo Rosa." - respondió la mujer con una sonrisa.
Rosa les ofreció un dulce y les pidió que la siguieran. Mientras caminaban juntos, les contó historias sobre el lugar y les enseñó a leer algunas señales.
"Siempre hay que prestar atención a las instrucciones. Si hubieran escuchado a su mamá, no estarían perdidos ahora" - les dijo con suavidad.
"Sí, tiene razón. La próxima vez, escucharemos mejor" - admitió María avergonzada.
Finalmente, después de un agradable recorrido, llegaron a la puerta de su casa.
"Gracias, Rosa!" - exclamaron Juanito y María al mismo tiempo.
"Recuerden, siempre es importante escuchar a sus padres" - les recordó la mujer mientras se alejaba.
Cuando abrieron la puerta, su mamá estaba muy preocupada.
"¿Dónde estuvieron? ¡Estaba tan asustada!"
"Lo sentimos, mamá. Decidimos salir a explorar y nos perdimos" - dijo Juanito con sinceridad.
"Aprendimos una lección importante hoy. Prometemos escuchar la próxima vez" - agregó María.
Su mamá los abrazó con mucha ternura.
"Siempre quiero que estén a salvo. Ahora, ¿qué les parece ayudarme a cocinar unas empanadas?"
"¡Sí!" -respondieron al unísono, felices de estar de vuelta y listos para hacer algo juntos.
Desde ese día, Juanito y María tomaron más en serio las advertencias de su mamá, pero también guardaron un lugar en su corazón para las aventuras, aquellas que se viven con responsabilidad y siempre a su alrededor.
FIN.