La Aventura de Kanki y la Sabiduría de la Selva
En un pequeño poblado en la selva amazónica, donde los ríos susurran secretos y los árboles cuentan historias, vivía un niño llamado Kanki. Su nombre significaba 'luz' en shipibo, y siempre llevaba una sonrisa en su rostro brillante como el sol.
Una mañana, Kanki se despertó con el canto de los pájaros. Se asomó por la ventana de su cabaña de madera y, al ver el hermoso paisaje, sintió que aquel día iba a ser especial. Se levantó rápido y salió a saludar a su abuela.
"Nok shaikiki, abuela" - dijo Kanki, que significaba “buenos días”.
"Nok shaikiki, Kanki! Hoy es un gran día para aprender sobre la sabiduría de nuestra tierra" - le respondió su abuela con una voz tierna, mientras preparaba una infusión de hierbas.
Kanki, emocionado, escuchó atentamente cómo su abuela le contaba sobre la importancia de respetar y cuidar la selva que los rodeaba. La selva, según su cosmovisión, era un lugar sagrado que debía ser protegido. Cada árbol y cada animal tenían un propósito y un significado.
"¿Qué vamos a hacer hoy, abuela?" - preguntó Kanki.
"Hoy iremos a la orilla del río a recoger plantas y semillas. Aprenderás a crear medicinas naturales y a entender el lenguaje de la selva" - explicó su abuela.
Así, Kanki y su abuela se embarcaron en una aventura. Caminaron por senderos cubiertos de hojas y flores, mientras su abuela le mostraba cada detalle.
"Mira Kanki, esto es la hoja de la abuela de la selva, nos ayuda a sanar" - le decía mientras señalaba una planta.
Al llegar al río, Kanki se maravilló con el agua cristalina. Sin embargo, al buscar algunas semillas, se dio cuenta de que los peces estaban saltando por encima del agua.
"¿Por qué saltan tanto, abuela?" - preguntó Kanki.
"Los peces sienten la fuerza de la vida que fluye por el río. Están felices, pero también un poco asustados" - respondió ella.
De pronto, Kanki vio algo extraño en el agua. Era un pequeño pez atrapado entre los troncos de madera.
"¡Mira! Un pez está en problemas, abuela" - gritou Kanki.
"Sí, Kanki. Debemos ayudarlo. En nuestra cultura, siempre ayudamos a aquellos que lo necesitan" - dijo su abuela.
Kanki se acercó cuidadosamente y, con la ayuda de su abuela, logró liberar al pez. Este, agradecido, volvió a nadar libremente, haciendo saltos en el agua como para agradecer su ayuda.
"¡Lo hicimos!" - exclamó Kanki, llenándose de orgullo.
"Así es, Kanki. Cuando cuidamos de la naturaleza, ella también cuida de nosotros. La vida está interconectada" - explicó su abuela mientras sonreía.
Al regresar a casa, Kanki sentía que había aprendido algo valioso. La selva eran más que hojas y árboles; era una casa llena de vida y magia. Compartió los aprendizajes con sus amigos, y juntos decidieron cuidar el río y la selva, creando pequeños carteles para recordarle a todos la importancia de proteger el entorno.
Esa noche, Kanki miró las estrellas desde la ventana de su cabaña, sintiéndose agradecido.
"... muinín, abuela" - le dijo, que en shipibo significaba “buenas noches”.
Y así, Kanki aprendió que cada día podía ser una nueva aventura si estaba dispuesto a escuchar y aprender del mundo que lo rodeaba. La sabiduría de la selva lo acompañaría siempre, guiándolo en su camino, como lo había hecho su abuela aquel hermoso día.
Kanki sonrió mientras se dormía, sabiendo que el viaje por la vida apenas comenzaba.
FIN.