La Aventura de Kein, Iker y Luciano
Era un día soleado en el barrio de Villa Esperanza, y tres amigos inseparables, Kein, Iker y Luciano, planeaban una gran aventura.
"¡Hoy vamos a construir un cohete!" - dijo Kein con una gran sonrisa.
"Sí, y después lo lanzamos al parque de la plaza!" - agregó Iker, que siempre tenía muchas ideas.
"¿Y si le ponemos nombres a los planetas?" - sugirió Luciano, que estaba lleno de creatividad.
Los tres amigos se dieron la mano y comenzaron a recolectar materiales reciclables de todos lados: cajas de cartón, botellas vacías, y hasta un par de tubos de papel higiénico. Con cada nueva pieza, su cohete tomaba más forma. De repente, mientras estaban trabajando, escucharon un misterioso ruido en el fondo del jardín de Luciano.
"¿Qué fue eso?" - preguntó Iker, mirando con curiosidad.
"No lo sé, pero vamos a investigar!" - respondió Kein con valentía.
"Esperen! Lo mejor que podemos hacer es estar juntos... siempre!" - recordó Luciano, enseñando la importancia de la amistad.
Los tres, decididos en su misión, se acercaron lentamente hacia el sonido. A medida que se acercaban, vieron que unos pequeños zorritos jugaban en el jardín.
"¡Mirá! Son tan adorables!" - dijo Iker, entusiasmado.
"¡Sí! Pero... ¿de dónde salieron?" - preguntó Kein, preocupado.
"Nuestros padres siempre dicen que debemos cuidar de los animales que están perdidos. ¿Qué hacemos con ellos?" - sugirió Luciano, pensando en lo mejor para los zorritos.
Los amigos decidieron llevar a los zorritos a un lugar seguro. Se acercaron a su casa, preocupados por los pequeños animales.
"No podemos dejar que se queden solos. Vamos a buscar a su mamá!" - propuso Kein.
"Sí! Quizás ella está buscando a sus bebés!" - agregó Iker.
"Deberíamos preguntar a los vecinos si la han visto," - intervino Luciano.
Comenzaron a tocar puertas y a preguntar a todos en el vecindario. Cada vez que alguien miraba a los zorritos, sonreían y les daban muchos elogios.
Finalmente, una señora mayor les dijo:
"Yo vi a una mamá zorra cerca del arroyo esta mañana. Quizás esté buscando a sus pequeños!"
"¡Vamos al arroyo entonces!" - exclamó Kein, lleno de entusiasmo.
Corrieron hacia el arroyo, sintiendo la brisa fresca en sus caras. Y allí estaba, la mamá zorra, con su cola larga y esponjosa, buscando ansiosamente.
"¡Allí está!" - gritó Iker, señalando con el dedo.
"¡Rápido! Llevarles a los bebés!" - dijo Luciano emocionado.
Con mucho cuidado, los chicos colocaron a los zorritos en una mochila que tenía Luciano, y caminaron hacia la madre.
Cuando la mamá zorra vio a sus bebés, comenzó a hacer saltos de alegría.
"¡Mirá! La mamá está feliz!" - dijo Iker, con una sonrisa de oreja a oreja.
"¡Qué lindo es verlos juntos!" - agregó Kein, sintiendo una calidez en su corazón.
Después de dejar a los zorritos con su madre, los tres amigos decidieron volver a casa y terminar su cohete. Pero esta vez, lo hicieron llevando la experiencia de la amistad y la importancia de cuidar a los demás en sus corazones.
Ya en casa, llenos de energía, continuaron construyendo.
"¡Nuestro cohete volará muy alto!" - proclamó Iker.
"Sí! Y hoy aprendimos que cuidar a otros también nos hace grandes protagonistas de aventuras!" - recapituló Kein, mientras Luciano sonreía, feliz de haber tenido una experiencia tan enriquecedora.
Después de varias horas de trabajo y risas, su cohete estaba listo. Se reunieron en la plaza, rodeados de otros niños.
"¡Ahora, a lanzarlo!" - gritaron todos al unísono. Y así, el cohete despegó hacia el cielo, más alto que los árboles, simbolizando la unión y la alegría que siempre acompañaron a Kein, Iker y Luciano en sus aventuras.
"¡Voló tan alto como nuestros sueños!" - concluyó Luciano mientras todos aplaudían.
Y así, aprendieron que la verdadera aventura no solo se encuentra en volar alto, sino también en el amor y el cuidado que compartimos entre amigos y seres vivos.
Desde ese día, Kein, Iker y Luciano no solo fueron conocidos por construir cohetes, sino también por ser los mejores cuidadores del barrio.
¡Y colorín colorado, esta aventura ha terminado!
FIN.