La aventura de la abeja recolectora



En un hermoso jardín, una abeja llamada Carlota emprendía su tarea diaria de recolectar polen para llevarlo de regreso a su colmena. Mientras zumbaba entre las flores, divisó una flor radiante y llena de vida.

Con emoción, se acercó a ella y empezó a recolectar el polen que necesitaba. De repente, escuchó una débil voz que provenía de la flor. "¿Por qué me quitas mi polen?", preguntó la flor. Sorprendida, Carlota se detuvo y miró a su alrededor.

"¿Eres tú, flor, la que está hablando?", preguntó la abeja asombrada. "Sí, soy yo. Soy Florentina, la flor. Ese polen es mi alimento y me ayuda a crecer fuerte y hermosa.

Sin él, me siento débil y triste", respondió la flor con tristeza en su voz. Asombrada y apenada por su descuido, Carlota se disculpó con la flor y le explicó que las abejas recolectan polen para hacer miel y alimentar a su colmena.

Florentina entendió la importancia de la labor de las abejas y les permitió recolectar el polen con la condición de que dejaran siempre un poco para que ella pudiera seguir creciendo.

Desde ese día, Carlota se convirtió en amiga de Florentina y siempre compartía un poco de su recolección con ella. La bondad y comprensión de ambas criaturas floreció como una hermosa amistad, enseñando a todos que el respeto y la cooperación son fundamentales en la naturaleza.

FIN.

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