La aventura de la abuela Luli



Había una vez una abuela llamada Luli que vivía en un pequeño pueblo. Luli era conocida por ser la más alegre y enérgica de todas las abuelitas. Cada tarde, cuando el sol comenzaba a ponerse, salía al patio de su casa a realizar unos movimientos que sorprendían a todos los vecinos. Hacía giros y saltos, movía los brazos hacia arriba, y sus pies golpeaban el suelo con fuerza.

Un día, mientras Luli realizaba sus movimientos, un grupo de niños la observaba desde la vereda.

- Mirá lo que hace la abuela Luli - dijo una niña llamada Sofía, riéndose.

- Ya sé, siempre hace eso, es como un espectáculo - respondió su amigo Tomás.

Justo en ese momento, Luli se giró hacia ellos con una gran sonrisa y los invitó a acercarse.

- ¡Hola, chicos! ¿Quieren unirse a mí?

Los niños se miraron entre ellos, algo dudosos. Pero la alegría en los ojos de la abuela era contagiosa.

- Nos gustaría, pero no sabemos cómo hacer eso - dijo Sofía.

- ¡No se preocupen! Nadie nace sabiendo. Les voy a mostrar cómo se hace.

Luli les explicó que su energía venía de un lugar especial, del disfrute y la libertad de expresarse. Con su brazo izquierdo se alzó hacia el cielo mientras decía:

- Primero, todos juntos, ¡compartan su energía con el universo!

Movía sus brazos y comenzó a contar:

- Uno, dos, tres... ¡y salto!

Todos los niños comenzaron a imitarla, aunque algunos se caían de la risa cada vez que intentaban dar un salto. Pero Luli se reía junto a ellos, sin presión, sólo disfrutando de la compañía.

Los días pasaron, y aquel juego se convirtió en un ritual. Cada tarde, se reunían en el patio para crear nuevos movimientos con Luli. Pero un día, una nube gris cubrió el cielo y empezó a llover.

- ¡Ay, qué pena! No podremos hacer nuestros saltos hoy - lamentó Tomás.

Luli sonrió, mirando a sus pequeños amigos.

- ¡No se preocupen! Cuando llueve, podemos aprovechar para hacerlo dentro de casa.

Los niños se miraron intrigados.

- ¿Dentro de casa? - preguntó Sofía.

- ¡Por supuesto! Con algo de imaginación, la lluvia puede ser muy divertida.

Y así fue que, con la ayuda de Luli, decidieron transformar su sala en un gran espacio de diversión. Colocaron almohadas en el suelo para mitigar las caídas y ajustaron una lámpara para crear una atmósfera mágica.

- ¡Vamos a saltar como si estuviéramos en una nube! - exclamó Luli.

Con cada movimiento, la sala se llenaba de risas. Pronto la lluvia dejó de ser un impedimento y se convirtió en una oportunidad para crear nuevos recuerdos.

- ¡Esto es genial! - gritó uno de los niños.

- ¡El mejor día de todos! - agregó otro.

Al terminar, todos estaban agotados, pero felices.

- Gracias, abuela Luli. Nunca pensé que un día de lluvia podría ser tan divertido - le dijo Sofía.

- Recuerden, lo importante es mantener la energía y la alegría en cualquier momento, sin importar qué esté sucediendo afuera - les sonrió Luli.

Y así, a pesar de la lluvia, se dieron cuenta de que podían adaptarse y encontrar felicidad en cualquier situación.

A partir de ese día, incluso cuando el sol brillaba perfectamente, los niños saben que siempre pueden correr hacia el patio de Luli para compartir sus movimientos y risas. Porque, después de todo, no hay mejor manera de vivir que disfrutando del momento.

Colorín colorado, este cuento ha terminado.

FIN.

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