La Aventura de la Amistad
Había una vez, en un pequeño barrio de Buenos Aires, dos niños llamados Pepe y Lalo. Pepe era un chico muy inquieto, siempre moviéndose de un lado a otro, lleno de energía y travesuras. Lalo, en cambio, era más tranquilo, prefería leer y observar el mundo que lo rodeaba, disfrutando de la calma.
Sin embargo, había un problema. Pepe, con su energía desbordante, se había acostumbrado a molestar a sus compañeros de clase, y Lalo había sido uno de sus principales objetos de burla. Aunque a Lalo no le gustaba que lo molestaran, nunca respondía ni se quejaba, siempre tomaba las cosas con calma. Eso, sin embargo, no pequeñas cosas que pasaban desapercibidas para los otros niños.
Un día, mientras jugaban en el recreo, Pepe decidió tirar un papelito a Lalo para hacerle cosquillas a sus nervios tranquilos.
"¡Eh, Lalo! ¿Te gusta este papelito que te tiré?" - dijo Pepe, entre risas.
Lalo, alzó la vista del libro que estaba leyendo y, con una sonrisa amable, respondió:
"No, Pepe, pero creo que hay juegos más divertidos que tirar papeles, ¿no?"
Pepe no esperaba que Lalo respondiera así. Frunció el ceño, sorprendido. Pero decidió seguir con sus bromas.
Esa tarde, después de la escuela, Lalo decidió hacer algo diferente. Se puso a pensar en cómo podría cambiar la situación. Lo que había leído en su libro de aventuras le dio una idea brillante. Al día siguiente en la escuela, llamó a Pepe.
"Pepe, tengo un plan. ¿Te gustaría hacer una carrera de bicicletas?" - sugirió Lalo, con voz entusiasta.
Pepe se quedó intrigado.
"¿Carrera? ¿Yo?" - preguntó, mientras sus ojos brillaban.
"Sí, claro. Pero hay una condición. El juego consiste en que debemos ayudarnos mutuamente. Si quieres ganar, vas a tener que dejar de molestar a los demás, y también tienes que ayudarme a mí" - explicó Lalo, emocionado.
Pepe frunció el ceño.
"¿Ayudarte? ¿Para qué? Yo soy el que siempre gana en los recreos" - protestó.
Lalo, pacientemente respondió:
"Porque si lo hacemos juntos, va a ser más divertido. La verdadera amistad se trata de compartir y ayudarse. Si ganamos, ganamos juntos, y si perdemos, al menos nos divertimos. ¿Qué te parece?"
Algo cambió en Pepe. Se sintió intrigado por la idea, así que aceptó el desafío.
"Está bien, trato hecho. ¡Hagamos la carrera!"
Uno de esos días, se reunieron con otros niños. Lalo, siendo el niño tranquilo, ayudaba a organizar el evento mientras Pepe enseñaba a otros cómo andar en bicicleta. Poco a poco, los compañeros de clase comenzaron a ver a Pepe de una manera diferente. Se dieron cuenta de que, aunque a veces molestaba, también tenía una gran energía y era divertido cuando se lo proponía.
La carrera fue un éxito. Todos se rieron y disfrutaron. Y, justo cuando estaban asegurando las bicicletas para comenzar, Pepe se dio cuenta de que había una cercanía especial entre él y sus compañeros. En ese momento, sintió que era parte de algo más grande que solo hacer bromas.
Cuando llegó el momento de la carrera, pedaleaban al lado de los demás, jugando y riéndose. Todos los niños se unieron y, al final, aunque no eran los primeros, cruzaron la meta juntos.
"¡Ganamos!" - exclamó Pepe, con una gran sonrisa.
Lalo respondió, contento:
"No importa quién llegó primero, lo importante es que nos divertimos y estamos juntos, ¡eso es lo que cuenta!"
Volvieron a sus casas esa tarde con una lección aprendida: a veces, lo que parece ser una broma o una molestia puede convertirse en una oportunidad para crear lazos, si te abres a la amistad y la colaboración. Desde entonces, Pepe dejó de molestar a los demás, y en lugar de ello, se convirtió en el mejor compañero de juegos. Lalo y Pepe se hicieron inseparables, y juntos enseñaron a otros que con la amabilidad y la unión, se podían vivir grandes aventuras y construir una bonita amistad.
FIN.