La aventura de la bicicleta y el pozo travieso
Había una vez un niño llamado Tomás que vivía en un colorido barrio de una ciudad llena de sorpresas. Tomás amaba andar en bicicleta. Cada tarde, después de hacer sus deberes, se montaba en su fiel bicicleta azul y recorría las calles llenas de árboles, flores y amigos.
Un día, mientras paseaba, decidió explorar un camino que nunca había tomado. "Hoy será un gran día de aventura!"- se dijo a sí mismo con entusiasmo.
El sol brillaba con fuerza, y el aire olía a verano. Tomás pedaleaba feliz cuando, de repente, sus ojos se asombraron al ver un hermoso pozo en el medio del camino. "¡Mirá, un pozo!"- gritó emocionado. Pero no era un pozo común; era un pozo con flores de colores alrededor que lo hacían parecer un jardín encantado.
Sin pensarlo mucho, Tomás se acercó a investigar. Sin embargo, al distraerse con las flores, no se dio cuenta de que la rueda delantera de su bicicleta se acercaba peligrosamente al pozo.
"¡Cuidado!"- exclamó su amiga Julia, que lo estaba siguiendo en su bicicleta. Pero ya era tarde. La rueda delantera de la bicicleta se metió en el pozo y, de un salto, Tomás sintió que su cara iba de encuentro al suelo.
"¡Ay!"- gritó.
Cuando se levantó, su cara estaba sucia y tenía un pequeño raspón en la frente. Julia se bajó de su bicicleta y lo miró preocupada. "¿Estás bien, Tomás?"- lo preguntó con amor.
"Sí, pero creo que mi cara no está haciendo el mejor papel en esta aventura"- respondió Tomás riendo a pesar del golpe.
Justo en ese momento, un anciano que vivía cerca escuchó el alboroto y salió de su casa. "¿Qué ha pasado, chicos?"- preguntó con una sonrisa.
Tomás, todavía un poco aturdido, le contó lo que había sucedido.
"A veces la curiosidad puede llevarnos a caídas inesperadas, pero eso no significa que no podamos levantarnos"- dijo el anciano con ternura. "Cada caída es una oportunidad para aprender algo nuevo"-.
Tomás se quedó pensativo. ¿Cómo podía aprender de este pequeño accidente?"Papá siempre dice que si te caés, tenés que levantarte. Pero nunca pensé que un pozo hermoso iba a ser el culpable"- soltó a Julia.
"Tomás, tenés que tener cuidado. La próxima vez, ¡mira por dónde pedaleas!"- sugirió Julia.
Así, después de curarse un poco, se miraron mutuamente y decidieron pedalar de regreso al barrio, esta vez con más atención. Al pasar de nuevo frente al pozo, Tomás se detuvo.
"Tal vez este pozo no sea tan malo. Mirá lo bonito que es. Me gustaría dibujarlo"- propuso. Julia sonrió y dijo: "¡Eso es! Hacemos un dibujo de este pozo poniendo atención en cada flor!"-
Tomás tuvo una idea brillante. "¿Y si lo hacemos con todos los chicos del barrio? Podríamos tener una gran pintura del pozo hermoso y recordar que siempre hay que mirar antes de actuar"- dijo emocionado.
Así nació su proyecto: el gran mural del pozo. Con la ayuda de todos sus amigos, se pusieron a trabajar en la pintura. Cada uno aportó ideas, colores y muchas risas. El pozo, que había causado un pequeño accidente, ahora se convertía en una hermosa obra de arte.
El anciano, al ver el mural terminado, se acercó a los niños. "Estoy orgulloso de ustedes. Han transformado una caída en una increíble creación. Recuerden siempre que las dificultades pueden ser parte de una gran aventura"- dijo con una sonrisa.
Desde aquel día, Tomás no sólo aprendió a andar en bicicleta con más precaución, sino que también entendió que cada tropiezo en la vida puede llevar a algo maravilloso, si uno lo mira desde la perspectiva correcta.
Y así, con la lección aprendida y un mural que contar su historia, Tomás y sus amigos siguieron disfrutando de sus bicicletas, siempre con los ojos bien abiertos, listos para cualquier nueva aventura que pudiera brillante en su camino.
FIN.